"La muerte de Iván Ilich", la novela de León Tolstoi, ¿es un libro de autoayuda?
Abrumado por "Cien años de soledad", la novela de Gabriel García Márquez
¿Debería enmudecer este blog para todo lo que no fuera literatura?
Con frecuencia me indigna que después de una noticia trágica, el presentador de televisión, sin siquiera cambiar el semblante, informe del último estreno cinematográfico o de cualquier otro suceso casi frívolo. Es claro que su profesión es la de informar, de lo bueno y de lo malo, pero se espera una pizca de humanidad, que no aparece. ¿O acaso somos los televidentes los que, en nuestra ansiedad por consumir noticias, nos hemos insensibilizado para apreciar los matices?
Mi experiencia lectora utilizando las nuevas tecnologías
"La niebla", un relato de Stephen King
Relectura de "Corazón tan blanco", novela de Javier Marías
Reseña emocionada de "Rojo y negro", novela de Stendhal
Desde que terminé de leer "Rojo y negro", un pensamiento vuelve insistente: lo peor que tiene un libro es que cuanto mejor o más interesante es el final más fácilmente se olvidan otros aspectos del mismo que pudieran haber sido tanto o más interesantes que dicho final.
¿Qué fue del pasado?
La sensibilidad de "Las chicas de campo", novela de Edna O'brien
Acerca de "De la Tierra a la Luna", novela de Julio Verne
Análisis comparativo de cuatro librerías online
¿De qué va "El sentido de un final", la novela de Julian Barnes?
Satisfecho de haber leído "El resplandor", novela de Stephen King
Emociones en "Antología personal", de José Agustín Goytisolo
Análisis comparativo de los mejores correctores de estilo online
Habla el protagonista de "El extranjero", la novela de Albert Camus
Abandono "Los reinos de la casualidad", la primera novela de Carlos Marzal
Una joya llamada "El señor de las moscas", la novela de William Golding
Mi lectura de Obabakoak, un libro de cuentos de Bernardo Atxaga
¿La literatura de género es de menor calidad?
Adiós Evernote; bienvenido OneNote
Leerás "1984", una novela de George Orwell
7 beneficios que aporta leer libros
Breve reseña de "Un mar de problemas", novela de Donna Leon
Duelo de lectores
—No está mal, pero sigo prefiriendo leer en un libro de verdad, en papel.
—¿Y no te gusta que puedas cambiar el tamaño de las letras para que no tengas que forzar la vista?
—Ahí te doy la razón. El otro día aumenté el tamaño hasta que sólo cupo una palabra por página.
—O sea, que también te gusta jugar.
Mis prejuicios contra "Orgullo y prejuicio", la novela de Jane Austen
¿Eres de "WhatsApp" o de "email"?
¿Es "Lolita", la obra de Vladimir Nabokov, una novela pornográfica?
Lolita, la novela de Vladimir Nabokov, no me ha parecido una novela pornográfica, por mucho que las adaptaciones al cine y, sobre todo, los que no la han leído se hayan empeñado en situarla dentro de ese género literario. Las referencias al sexo son tan refinadas que, a veces, cuesta darse cuenta de ellas. Cierto que la relación entre un hombre de más de cuarenta años y una niña de doce es muy perturbadora: el protagonista, que no es Lolita, reconoce la situación y se autocalifica de violador reincidente. Por ello, mis comentarios a la historia e, incluso al tema, no van a ir más allá; aspectos que el propio autor parece despreciar.
¿Utilizas locuciones verbales y no lo sabes?
Ocurrencias tras releer "El arte de la prudencia. Oráculo manual", de Baltasar Gracián
Hace veintidós años leí El arte de la prudencia. Oráculo manual, en una cuidada edición de José Ignacio Díez Fernández. Entonces anoté que "Gracián sabe cómo obtener el máximo provecho de los demás. De ahí que no hable de la inteligencia, ni de la bondad, ni de otros aspectos que tienen que ver más con la vida interior del ser humano. Él trata de identificar al prudente frente al necio; prudente que prefiere al sabio." Para ello, enumera 300 aforismos con las habilidades necesarias para tal prudencia.
7 apps de móvil recomendables (y gratuitas) para lectores
El héroe de nuestro tiempo, novela de Mijaíl Lérmontov
El héroe protagonista de esta novela, Gregori Alexandrovich "Pechorin", un joven de 25 años, los mismos que tenía el autor cuando escribió el libro, es una persona aburrida, desilusionada que vive en la Rusia de comienzos del siglo XIX. Para él, nada hay más allá de lo que conoce y para ilusionarse es necesario desconocer. En el ámbito amoroso, el protagonista está convencido de saber cómo hay que tratar a una mujer para que se enamore de él sin que él tenga que correr el riesgo de enamorarse de ella.
En este libro se muestra la pasión como la fuerza irracional que permite al ser humano disfrutar o sufrir, es decir, sentir; como les sucede al bondadoso e inconsciente Maxim Maximich, a la impersonal Bela o a la delicada princesa Mary. En el fondo estos personajes viven y Pechorin sobrevive. Sin embargo, en algún momento, el autor nos parece insinuar que, a pesar de su frialdad o gracias a ella, Pechorin es el más humano de todos los personajes ya que no se deja llevar por sus instintos: los tiene controlados; control que distingue al ser humano del resto de animales. No sólo eso, sino que cuanto más control se autoejerza más se diferenciará y el hombre/mujer más hombres/mujeres serán. Por eso no es excesivo decir que Pechorin es el pesonaje más humano de la novela, a pesar de que en los apuntes de su diario se comentan pensamientos que casi podrían considerarse propios de un delincuente. El autor parece susurrarnos al oído que esos pensamientos están en potencia en todos los hombres, solo que unos no se dan cuenta de ellos y otros sí; de estos últimos, solo unos pocos se atreverán a ponerlos en práctica.
En definitiva, es la contraposición de dos formas de existir lo que presenta la novela: vivir y sobrevivir. Situación que se daba en el siglo XIX pero también hoy, aunque solapada en una sociedad de consumo y de trabajo para consumir.
La novela parece formada por un puzzle de historias contadas por Maxim Maximich o extraídas del diario de Pechorin, tras la narración introductoria del autor; puzzle que se sostiene con un resultado sobresaliente.
Por último, en cuanto al estilo, vuelvo a caer en el mismo estado de envidia que me provocan los últimos libros leídos y que me hacen pensar que salvo que se cuente con una habilidad natural para ello, es casi imposible decir lo que se quiere decir de una forma tan precisa y, a la vez, tan sugerente como consigue hacerlo el autor de esta novela. Menos mal que esta envidia, al poco tiempo se transforma en admiración y al final en orgullo por pertenecer a la misma especie animal a la que perteneció Mijail Lermontov... a pesar de producir especímenes como Pechorin o sus encarnaciones reales.
En definitiva, es la contraposición de dos formas de existir lo que presenta la novela: vivir y sobrevivir. Situación que se daba en el siglo XIX pero también hoy, aunque solapada en una sociedad de consumo y de trabajo para consumir.
La novela parece formada por un puzzle de historias contadas por Maxim Maximich o extraídas del diario de Pechorin, tras la narración introductoria del autor; puzzle que se sostiene con un resultado sobresaliente.
Por último, en cuanto al estilo, vuelvo a caer en el mismo estado de envidia que me provocan los últimos libros leídos y que me hacen pensar que salvo que se cuente con una habilidad natural para ello, es casi imposible decir lo que se quiere decir de una forma tan precisa y, a la vez, tan sugerente como consigue hacerlo el autor de esta novela. Menos mal que esta envidia, al poco tiempo se transforma en admiración y al final en orgullo por pertenecer a la misma especie animal a la que perteneció Mijail Lermontov... a pesar de producir especímenes como Pechorin o sus encarnaciones reales.
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Impresiones de "El pensionado de Neuwelke”, novela de José. C. Vales
“En nuestro tiempo de realismos y descreimientos, apenas se atreve uno a declarar que el mundo es un lugar asombroso, lleno de misterios y maravillas incomprensibles; sin embargo y por fortuna, el mundo no es tan simple y tan vulgar como creen quienes son incapaces de asombrarse ante el agua, una manzana o una luciérnaga. Si los simplistas se permitieran un instante de reflexión, admirarían esos objetos con un asombro cercano al anonadamiento. Además, el mundo no sólo es maravilloso, enigmático y misterioso, sino que parece la mismísima imagen de una fertilidad desbocada, repleta y llena de miles y millones de objetos y seres, formando un caos que sólo la presunción y el envanecimiento pueden considerar sometido al imperio de la razón y la ciencia. Por fortuna más que por desgracia, nuestro universo es caótico, azaroso, incomprensible y sorprendente, y no admirarse ante el monumental desconcierto de la vida sólo revela una cierta incapacidad para gozar de ella.”
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