Comienzo por el narrador. Hasta ahora, cuando en una novela el narrador cuenta la historia en primera persona había sobreentendido que se trataba de algún personaje, principal o secundario, con algún interés en la trama. Por eso no podría ser alguien omnisciente. En «La insoportable levedad del ser» Milan Kundera rompe los moldes y utiliza un narrador en primera persona que es, además, omnisciente. Alguien así, solo podría ser el autor, cosa que se confirma ya avanzada la novela al hablar de su proceso de escritura y de los personajes en sí. Pero este desconcierto se acrecienta porque, al menos para mí, la historia carece de un gancho que mantenga el interés del lector por continuar con la lectura ya que, aparentemente, no hay una pregunta dramática que sostenga la intriga.