El héroe de nuestro tiempo, novela de Mijaíl Lérmontov



El héroe protagonista de esta novela, Gregori Alexandrovich "Pechorin", un joven de 25 años, los mismos que tenía el autor cuando escribió el libro, es una persona aburrida, desilusionada que vive en la Rusia de comienzos del siglo XIX. Para él, nada hay más allá de lo que conoce y para ilusionarse es necesario desconocer. En el ámbito amoroso, el protagonista está convencido de saber cómo hay que tratar a una mujer para que se enamore de él sin que él tenga que correr el riesgo de enamorarse de ella.
En este libro se muestra la pasión como la fuerza irracional que permite al ser humano disfrutar o sufrir, es decir, sentir; como les sucede al bondadoso e inconsciente Maxim Maximich, a la impersonal Bela o a la delicada princesa Mary. En el fondo estos personajes viven y Pechorin sobrevive. Sin embargo, en algún momento, el autor nos parece insinuar que, a pesar de su frialdad o gracias a ella, Pechorin es el más humano de todos los personajes ya que no se deja llevar por sus instintos: los tiene controlados; control que distingue al ser humano del resto de animales. No sólo eso, sino que cuanto más control se autoejerza más se diferenciará y el hombre/mujer más hombres/mujeres serán. Por eso no es excesivo decir que Pechorin es el pesonaje más humano de la novela, a pesar de que en los apuntes de su diario se comentan pensamientos que casi podrían considerarse propios de un delincuente. El autor parece susurrarnos al oído que esos pensamientos están en potencia en todos los hombres, solo que unos no se dan cuenta de ellos y otros sí; de estos últimos, solo unos pocos se atreverán a ponerlos en práctica.

En definitiva, es la contraposición de dos formas de existir lo que presenta la novela: vivir y sobrevivir. Situación que se daba en el siglo XIX pero también hoy, aunque solapada en una sociedad de consumo y de trabajo para consumir.

La novela parece formada por un puzzle de historias contadas por Maxim Maximich o extraídas del diario de Pechorin, tras la narración introductoria del autor; puzzle que se sostiene con un resultado sobresaliente.

Por último, en cuanto al estilo, vuelvo a caer en el mismo estado de envidia que me provocan los últimos libros leídos y que me hacen pensar que salvo que se cuente con una habilidad natural para ello, es casi imposible decir lo que se quiere decir de una forma tan precisa y, a la vez, tan sugerente como consigue hacerlo el autor de esta novela. Menos mal que esta envidia, al poco tiempo se transforma en admiración y al final en orgullo por pertenecer a la misma especie animal a la que perteneció Mijail Lermontov... a pesar de producir especímenes como Pechorin o sus encarnaciones reales.

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