Los polémicos «Diez negritos», de Agatha Christie


La vida es tramposa. Crees que las cosas son de una forma y, más tarde que temprano, cuando llevas vivida buena parte de ella, te da un bofetón y te descoloca. Como les sucede a los personajes de esta novela. Cada uno de los diez personajes ha vivido bajo una conciencia inconsciente de sus actos hasta que, por sorpresa, tienen que afrontarlos, es verdad que en contra de su voluntad.

«Cumbres borrascosas», de Emily Brontë, mucho más que una novela romántica


No debería haber leído el apéndice de esta novela sin haber escrito antes este artículo; apéndice que incluye una reseña biográfica escrita por Charlotte Brontë, la hermana de la autora. Antes de leerlo tenía una idea de lo que quería decir aquí, pero tras los comentarios de las hermanas Brontë he decidido matizarla.

Tristeza y enfado con la «España partida en dos», un ensayo de Julián Casanova


Leer este libro me ha entristecido y hasta me ha enfadado. Cómo no hacerlo al confirmar con datos objetivos que un grupo de españoles doblegó por la fuerza el legítimo orden constitucional de la Segunda República española. Cómo no hacerlo al confirmar que Francia, Reino Unido y Estados Unidos miraron para otro lado con su pacto de no intervención cuando la Alemania prenazi y la Italia prefascista suministraban gran cantidad de armamento, aviones y soldados a los golpistas. Cómo no hacerlo al confirmar que durante diez años después de acabada la Guerra Civil el franquismo masacró sistemáticamente a los que se atrevían a defender el régimen legítimo de la República o a los que no coincidieran con el pensamiento oficial. Cómo no hacerlo al confirmar que la Iglesia católica felicitó, encumbró y se benefició de los cuarenta años de dictadura que siguieron a la guerra. Y, por último, cómo no hacerlo al confirmar que, tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, los países democráticos europeos reconocieron al único régimen dictatorial de Europa, junto con el portugués, y abandonaron el recuerdo de la democrática, pero ya muerta, República española.

«El peligro de estar cuerda», el presuntamente contradictorio título del libro de Rosa Montero


Tras unas pocas páginas empecé a creer que solamente se trataría de un libro que intentaba hacernos creer que los escritores son poco menos que una clase especial de personas que se caracterizaban por el hecho de que ser enfermos mentales y, por tanto, más que envidia deberíamos tenerles lástima. Hacen algo, escribir, que la mayor parte de los humanos somos incapaces de hacer, al menos con su habilidad; pero debemos consolarnos porque es una de las muchas consecuencias de su enfermedad, la mejor y más llamativa; otras como su propensión al suicidio o su imposibilidad de llevar una vida normal no pueden considerarse muy positivas. Es como si nos dijeran que el precio que tienen que pagar los escritores, y los creativos en general, por ser envidiados sería el de su precaria salud mental. Me ha recordado a la pena que pretenden darnos algunos poderosos (políticos, empresarios, etc.) por la vida estresada que llevan para procurarnos bienestar. ¿Queda claro que no me considero escritor a pesar de haber escrito dos novelas, más de cien cuentos y doscientos artículos de este blog?

«La metamorfosis y otros relatos» de Franz Kafka



No estoy seguro si es la tercera o la cuarta lectura que hago de «La metamorfosis». En esta ocasión lo he hecho no tanto por este cuento como por el resto de relatos que componen este volumen. En total han sido 18 historias, algunas muy cortas. Prácticamente en todas, Kafka recurre al absurdo, entendiendo como tal una situación imposible que transcurre en un ambiente real: una cucaracha pensante, un ayunador (alguien que compite por ser el que más tiempo aguanta el ayuno), un chimpancé que habla, etc.

Carson McCullers en todo su esplendor, en «Reflejos en un ojo dorado»


Una buena novela se caracteriza, entre otros aspectos, porque cada lector reconoce en ella algún tema que le atañe, de forma que los significados de la obra son tantos, como mínimo, como el número de lectores. Es como si el libro fuera un espejo que refleja al lector, no su piel y aspecto externo, si no su interior, su alma, ese yo que intenta ocultar a los demás y, sobre todo, a sí mismo.

Una mina epigramática en «El retrato de Dorian Gray», la novela de Oscar Wilde


No resulta fácil hablar de un clásico, como lo es este, que todo el mundo conoce, y del que no falta casi nada por decir. Por ello, no voy a comentar el argumento ni los personajes ni los temas que aborda esta novela, por muy sobresalientes que sean. Entonces, ¿queda algo por mencionar? Desde luego, al menos lo que para mí ha resultado más sorprendente: la habilidad epigramática de Oscar Wilde.

«Cómo no hacer nada», un ensayo de Jenny Odell sobre la economía de la atención


Comencé a leer este ensayo atraído por su título. Acostumbrado a una vida, no solo la profesional, enfocada a la productividad, me intrigó saber cómo proponía la autora vivir sin hacer nada. Me equivoqué.

«Una historia ridícula» que no es tal, de Luis Landero


Alguien muy cerebral, como podríamos serlo cualquiera de nosotros. Alguien que arrastra un cierto complejo de inferioridad, algo nada infrecuente. Sin embargo, según avanza la lectura nos vamos dando cuenta de que ese alguien, el protagonista, se desliza por el camino de la psicopatía al desear no solo la muerte de los enemigos, sino también de los que quiere. Hasta llega a creerse con un poder sobrenatural para conseguir sus fines. Sin embargo, el autor lo narra de una forma tan natural que es imposible sentirse ajeno a tales pensamientos.

La memoria de «Los años», el libro de Annie Ernaux


Me gustan los libros que van de menos a más, como me ha pasado con este. El arranque, con la vida social y personal de la autora en la Francia de la posguerra de la Segunda Guerra Mundial, me resultaba algo distante, ajeno. Conforme la autora/narradora ampliaba su visión, sentimientos y emociones comenzaron a resultarme familiares. Porque sí, este es un libro, no una novela, autobiográfico, pero intencionadamente despersonalizado. Lo es porque la narradora, trasunto de la autora, nunca habla en primera persona del singular: o lo hace en primera persona del plural cuando narra los sucesos sociales en Francia, o en tercera persona del singular para referirse a la persona que aparece en las fotografías y vídeos que se comentan a lo largo del texto. Gracias a este doble enfoque puede profundizar hasta lo más íntimo de su ser, emocional y hasta físicamente.

«Martutene», la novela total de Ramón Saizarbitoria


Soy consciente de que no todos los libros son buenos para todo el mundo; es más, no sería de extrañar que las obras más afamadas por la crítica sufran del rechazo popular. De ahí que, en esta ocasión, me dirija a dos posibles, pero muy diferentes tipos de lectores:

¿Por qué te recomiendo esta novela? Por alguna o varias de las siguientes razones:

  • Porque consigue reflejar con detalle los pormenores psicológicos de cada uno de los personajes.
  • Porque narra en presente, algo que convierte al lector en espectador de los sucesos; narración que es mucho más compleja que la tradicional en pasado. Es más, incluso cuando narra sucesos del pasado lo hace en presente sin que por ello se pierda el lector.
  • Porque cada uno de los personajes está magistralmente diseñado.
  • Porque el desarrollo de la trama es consecuente con la forma de ser de los personajes.
  • Porque, como sucede con las grandes obras, pide una lectura sosegada que permita disfrutar de una prosa bien construida.
  • Porque no abusa de metáforas u otros recursos literarios como método de realce, sino que apuesta su éxito a la descripción casi forense de los acontecimientos.
  • Por el cabal conocimiento del oficio de escritor, como lo demuestra al definirlo el mismo narrador como: "Trabajar lo más íntimo de uno mismo, cocinar las propias entrañas aderezándolas quizá, porque la convención lo exige, con historias que nacen de su imaginación o que recoge aquí y allá, para ofrecérselas a un público renuente que se acerca a veces y que, tras husmear, como perro que olisquea la basura, esa materia de dolor, vuelve a su camino, indiferente."
  • Porque no desdeña descripciones casi escatológicas.
  • Porque te gusta la obra del escritor Max Frisch.

¿Por qué no te recomiendo esta novela? Por alguno o varios de los siguientes motivos:
  • Porque la lectura de sus casi ochocientas páginas ocupa más tiempo del que estás dispuesto a dedicar a un libro, por mucho que se trate de una obra excelente.
  • Porque la minuciosidad en el análisis del comportamiento de los personajes con frecuencia crea subtramas que pueden llegar a distraer de la trama principal.
  • Porque la única intriga que se da es, en apariencia, poco relevante para que un lector aguante un texto tan largo.
  • Porque la problemática vasca, política, social y hasta psicológica, con estar bien traída, o bien ya estás saturado de ella o bien no te interesa.
  • Porque no desdeña descripciones casi escatológicas.
  • Porque no te gusta la obra del escritor Max Frisch.

Finalizo con unos pocos fragmentos de los muchos que he anotado:
  • De niña odiaba aquellas canciones. Ahora daría cualquier cosa por poder cantarlas a su lado.
  • Martin dice que los viejos miran la televisión como antaño miraban el fuego: para pensar en sus cosas.
  • Coge el agua directamente del grifo para enjuagarse en un gesto muy juvenil, le parece, y al agacharse se sujeta los pechos con el antebrazo para que no cuelguen.
  • Ha advertido tarde que, en los tiempos que corren, la negativa a mantener el semblante del supuesto saber, un semblante que a él le parece ridículo, supone arriesgarse a no ser tomado en serio.
  • Con el tiempo ha constatado que el instinto está muy sobrevalorado y que la experiencia, aparte de ser un procedimiento de adquisición de saber que requiere demasiado tiempo, tampoco sirve siempre.
  • También tiene la sensación de que los coches aceleran la marcha cuando divisan a un peatón cruzando incorrectamente.
  • Le fastidia que sea tan digno porque, a fin de cuentas, le toca a él cargar con el coste de tanta integridad, ya que lleva un buen dinero gastado en el negocio.
  • Permanecen así un rato los dos callados, en el extremo de la barra, ahora repleta de gente, hasta que el camarero, retirando la taza de café llena con naturalidad, les pregunta si quieren algo más, una forma de decirles que por qué no dejan sitio libre.
  • Es digno de ser destacado el coqueto detalle de hacerse el viejo para que la joven americana le diga que no aparenta su edad.
  • ¿Qué te parece?, pregunta, exagerando como siempre el tono de broma para ocultar que habla completamente en serio [...].
  • Ya ha tenido otras veces la impresión de que es más fácil confiar intimidades a un extranjero. En parte porque nos importa menos lo que pueda pensar o el uso que haga de lo que le decimos. Pero también porque la gente se siente protegida por la coartada de las limitaciones de comunicación: incluso confía en que el extranjero no le entienda del todo o en que las inconveniencias cuelen como defectos de expresión o como errores interpretativos. Algo parecido a lo que ocurre de madrugada con una copa en la mano y varias dentro el cuerpo.
  • Los mitos son mentira, qué duda cabe, pero lo que hace especiales a los vascos es la capacidad, la voluntad de hacer verosímiles los suyos.
  • Curiosamente, tanto oro no empaña su imagen de austeridad porque las joyas en ella no parecen adornos. Son necesarios signos de estatus, nada más.
  • Siempre le ha llamado la atención la naturalidad con que se mueven desnudas las mujeres una vez que lo han hecho la primera vez.
  • No recuerda quién dijo que el problema es que para escribir hay que dejar de pensar, y que es muy reconfortante pensar y muy penoso escribir.
  • Un beso fugaz en el que ha tenido tiempo de sentir sus mejillas heladas, y le parece percibir que ha estado en contacto con la muerte.
  • Las lenguas son vehículos funcionales. Se dice que una lengua no desaparece porque quienes la desconocen no la aprenden sino porque quienes la saben dejan de utilizarla, pero eso es como sostener que una persona no muere mientras muestra signos de actividad cerebral. Todo nace y todo muere. Existen cinco mil lenguas en el mundo de las que anualmente morirán veinticinco, y el mundo seguirá girando sin que ningún ser humano vaya a enmudecer por ello.
  • En alguna medida le tienta el deseo de ser sincero al menos con ella, pero no puede. Su soberbia está a la altura de su cobardía.
  • El teléfono suena incesantemente, implacablemente, interminablemente, y se interrumpe abruptamente entre dos tonos: clic. [...] No hay sonido más irritante que el de un teléfono que no hay que descolgar.
  • Julia se deja vencer por un viejo sentimiento de hastío y repulsión largo tiempo reprimido, sabiendo que hace mal pero dispuesta a disfrutar del placer de abandonarse a él.
  • Siempre he pensado que lo más grande y lo más miserable a la vez del ser humano es su capacidad de adaptación.
  • Se quita el sujetador y las bragas. Se acerca al espejo. Se sujeta los pechos con la mano y el antebrazo izquierdo y con la derecha se peina el vello púbico hacia arriba. Tendría que cortárselo.
  • Era tan absurdo estar esperando la muerte, tan natural desearla.
  • Resulta difícil saber si sonríe o si simplemente no le caben las fundas en la boca.
  • Seguramente por eso, porque no trabaja, no se cree con derecho a disfrutar del ocio.
  • Quizá la necesidad de escribir no sea más que un síntoma de su infelicidad. Puede que escriba porque no es feliz o para saber por qué no lo es, y si lo fuera no necesitaría hacerlo.

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