"Otra vuelta de tuerca", de Henry James, ¿una novela de fantasmas?

Si pudiera hacer una encuesta entre los que han leído "Otra vuelta de tuerca" para que respondieran a la pregunta "¿se trata de una novela de fantasmas?", estoy convencido de que obtendría tanto un cincuenta por ciento de síes como de de noes. Simétricamente, si la pregunta de la encuesta fuera "¿la institutriz tiene problemas mentales?", seguro que resultarían porcentajes semejantes.


Y es que el autor, Henry James, busca continuamente que el lector dude entre una de estas dos opciones: o todo lo que sucede son elucubraciones mentales de la institutriz o está cuerda y hay una pareja de fantasmas haciendo de las suyas. Por supuesto, esta "manipulación del lector" la hace de una forma muy diestra. Poco a poco va acumulando señales en un sentido que nos confirman en nuestras suposiciones para, de repente, hacer un quiebro y presentarnos señales contrarias.


La mayor parte de la novela está narrada en primera persona por la institutriz, haciéndonos creer a veces que posee poderes especiales tanto por ser extremadamente consciente consigo misma como por penetrar en la mente del resto de los personajes. Con todo ello, desde luego, el autor pretende también ir controlando los pensamientos de los lectores para someterlos a sucesivos vaivenes emocionales. Todo un prodigio telepático ya que, al menos en mi caso, lo consigue.


Además de la indagación psicológica, Henry James utiliza magistralmente otras técnicas para dotar de suspense a la historia, como es la de terminar los capítulos nada más suceder algo relevante, que obliga al lector a empezar el siguiente capítulo si quiere saber cómo acaba. O la de describir la inquietud mental de la institutriz a través de su comportamiento o como cuando se refiere a sí misma en tercera persona.


El otro gran acierto de esta novela es la ambientación. El autor no renuncia a utilizar tópicos para condicionar al lector (lluvia, lago, truenos o hasta el silencio: "devoró todos los sentidos del atardecer " o "las cornejas dejaron de graznar") o mediante adjetivos abstractos como “espantoso”, “angustioso” o “extraordinario”, que no mejoran la calidad de la prosa pero que le aportan gran efectividad. Otro ejemplo: “Fue el silencio mortal de nuestra larga mirada en tan reducido espacio, lo único que dio a aquel horror, enorme como era, una nota sobrenatural.”


Una novela corta, que se lee rápido y que se recuerda durante mucho tiempo después de acabarla.



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