Esta novela de Erich María Remarque no me ha llamado la atención por su técnica ni por su estilo; ni siquiera su argumento es original: las experiencias de un joven militar; pero me ha impresionado por su capacidad para transmitir emociones apelando a la fuerza de las imágenes, conseguida con un lenguaje claro y directo. ¿Cómo es posible seguir sereno tras leer fragmentos como este, en el que el protagonista mira a su amigo herido en un hospital del frente?:
"A Franz Kemmerich, en el baño, se le veía pequeño y delgado como un niño. Ahora está tendido aquí. ¿Por qué? Sería preciso traer al mundo entero ante esa cama y decirle:
—Este es Franz Kemmerich, de diecinueve años. No quiere morir. ¡No permitáis que muera!"
Desde luego, el autor consigue que el lector penetre en las trincheras y sienta en carne propia cómo los pasados y los futuros de los soldados se desvanecen en un instante. Todo ello provocado por un enemigo que no lo sería si los respectivos altos mandos no lo catalogaran como tal, mandos de los que se dice:
"Nos habíamos alistado llenos de entusiasmo y buena voluntad, y, sin embargo, se hizo todo lo posible para que nos hartáramos. Transcurridas tres semanas ya no nos parecía inconcebible que un excartero con galones tuviera más poder sobre nosotros que el que antes tenían nuestros padres y nuestros profesores, y que toda la cultura reunida, desde Platón hasta Goethe."
Erich María Remarque participó como soldado en la Primera guerra mundial y sabe muy bien de qué habla; también lo sabía Hitler y, por ello, esta novela fue uno de los libros prohibidos por el Tercer Reich.
Otro libro que deja huella.
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Gracias Javier por rescatar esta joya de libro. Lo leí al terminar COU, antes de la Universidad, es un libro de los que no se olvidan. Muy recomendable también la peli, la de blanco y negro.
ResponderEliminarGracias por leer y comentar. Desde luego, veré la película, que desconocía de su existencia cuando redacté este artículo.
EliminarSaludos.