Tengo un libro muy viejo. Se titula “Vida de Don Quijote y Sancho” y lo escribió Miguel de Unamuno. Bueno, le llamo libro, pero dejó de serlo hace mucho tiempo. Unas páginas fueron arrancadas; las que quedaron, en su mayoría fueron mutiladas con dibujos irregulares de colores chillones o, peor aún, con agujeros hechos a fuerza de pasar una y otra vez un lapicero por encima. En sus hojas se descubren mariposas, a veces gusanos.
Me ha gustado esta novela: es fácil de leer, indaga en los sentimientos profundos e ilógicos de los personajes, sorprende con quiebros cada dos por tres y, además, da muestras de conocer a fondo la naturaleza humana, algo que me maravilla en alguien de “solo” veintiséis años.
Mientras estoy en plena lectura de En la orilla, la última novela publicada de Rafael Chirbes, me entero de su muerte. La voz que emana de su novela se ha transformado y no puedo seguir leyendo.
Novela que consigue emocionar al lector poniéndole enfrente, sin posibilidad de apartar la mirada, la situación de las mujeres en países como Afganistán.
A pesar de darme cuenta de que era una novela muy original, con una estructura alejada de los cánones, en algún momento de las páginas iniciales pensé en abandonar su lectura. Demasiado conceptual. Era casi un tormento. Pero por sorpresa, ese sueño que me estaba entrando, en sentido literal, desapareció y recibí un puñetazo en el estómago... en sentido figurado. La niebla de la narración se disipó y en la última parte, ya estaba despierto y viendo todo más claro.