Carson McCullers en todo su esplendor, en «Reflejos en un ojo dorado»


Una buena novela se caracteriza, entre otros aspectos, porque cada lector reconoce en ella algún tema que le atañe, de forma que los significados de la obra son tantos, como mínimo, como el número de lectores. Es como si el libro fuera un espejo que refleja al lector, no su piel y aspecto externo, si no su interior, su alma, ese yo que intenta ocultar a los demás y, sobre todo, a sí mismo.

Y Reflejos en un ojo dorado lo consigue. No importa que esté ambientada en una base militar donde parece que rigieran las estrictas normas castrenses. Tras ellas fluye el magma de las emociones humanas, imparables, que terminan por encontrar una salida por la que rebajar la tensión existencial. Es más, cuanto más se demore ese desahogo más violenta será la erupción. Es fácil reconocer en esta obra la incomunicación y la soledad que conducen a los personajes a una explosión emocional devastadora.

La autora consigue mostrarnos la tensión interna mediante, al menos, tres artefactos narrativos que consiguen resaltarla por contraste:

  • Unas descripciones minuciosas que dan vida a los escenarios y personajes de la historia. Sus palabras pintan imágenes vívidas en la mente del lector, permitiéndole sumergirse por completo en el mundo que crea. Por ejemplo, en una escena del libro, se describe el paisaje de un campo de entrenamiento militar: «El sol caía sobre la planicie desolada, bañando las tiendas militares en un resplandor dorado y difuso. Los soldados marchaban en formación, levantando nubes de polvo con cada paso».
  • Unos monólogos internos que permiten conocer los dilemas y conflictos de los protagonistas. Por ejemplo, en un pasaje del libro, uno de los personajes, el Mayor Penderton, reflexiona sobre su vida y sus deseos no cumplidos: «¿Cuándo fue la última vez que me sentí verdaderamente vivo? ¿Qué he hecho con mi juventud, mis sueños y mis pasiones?».
  • Un ritmo narrativo lento y contemplativo con frases cuidadosamente construidas, con un énfasis en la musicalidad y el ritmo, como para dar tiempo al lector e invitarle a reflexionar. Por ejemplo: «El viento susurraba entre los árboles, como un suspiro que busca consuelo en la noche. El tiempo se deslizaba lentamente, como una sombra alargada que se arrastra sobre el suelo».

Transcribo aquí unos pocos fragmentos más, de los muchos que me han interesado de esta obra:

  • Un puesto militar en tiempo de paz es un lugar monótono. Pueden ocurrir algunas cosas, pero se repiten una y otra vez. El plano mismo de un campamento contribuye a esa monotonía: los enormes barracones de cemento, la hilera de casas de los oficiales —pulcras y construidas una exactamente igual a la otra— el gimnasio, la capilla, el campo de golf, las piscinas… todo esbozado ciñéndose a un patrón más bien rígido. Pero quizá la mayor causa del tedio de un puesto militar sea el aislamiento y un exceso de ocio y seguridad, ya que si un hombre entra en el ejército sólo se espera de él que siga los talones que le preceden.
  • Sexualmente, el capitán se encontraba en un punto de delicado equilibrio entre los elementos masculinos y femeninos, con las susceptibilidades de ambos sexos y ninguna de sus fuerzas activas.
  • En sus ojos, que tenían una singular mezcla de tonos castaños y ambarinos, había una expresión muda que suele encontrarse en los ojos de los animales.
  • Hay en el Sur un fuerte donde, hace pocos años, se cometió un asesinato. Los participantes en esta tragedia fueron: dos oficiales, un soldado, dos mujeres, un filipino y un caballo.
  • Es decir, que por razones de rectitud moral consideras preferible que una clavija cuadrada se quede dando vueltas y más vueltas a un orificio circular a que encuentre y encaje en otro cuadrado que le vaya bien, aunque no sea de reglamento.
  • Aquella dosis le producía una sensación única y voluptuosa; era como si un gran pájaro negro se posara sobre su pecho, mirándole con ojos feroces y dorados, y le envolviera luego suavemente en sus alas oscuras.
  • [...] tenía la penosa tendencia de enamorarse de los amantes de su mujer.
  • [...] con secreta y profunda nostalgia pensó en los barracones, y trató de representar en su mente las filas ordenadas de los camastros, los suelos vacíos, las ventanas sin cortinas.

Termino con una pregunta: ¿A qué creeis que hace referencia el título «Reflejos en un ojo dorado»? Solo he encontrado un fragmento en el que se menciona algo así: Uno de los personajes, mientras mira ensimismado las llamas de una hoguera, dice: «Un pavo real de una especie de verde fantasmal. Con un inmenso ojo dorado. Y en el ojo, reflejos de algo delicado y…». Demasiado simbólico/metafórico para mí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Redes sociales