Una mina epigramática en «El retrato de Dorian Gray», la novela de Oscar Wilde


No resulta fácil hablar de un clásico, como lo es este, que todo el mundo conoce, y del que no falta casi nada por decir. Por ello, no voy a comentar el argumento ni los personajes ni los temas que aborda esta novela, por muy sobresalientes que sean. Entonces, ¿queda algo por mencionar? Desde luego, al menos lo que para mí ha resultado más sorprendente: la habilidad epigramática de Oscar Wilde.

¿Epigra... qué? No te preocupes, hace unas pocas semanas yo tampoco sabía que se denomina «epigrama» a una «frase breve e ingeniosa, frecuentemente satírica» (del DLE), del estilo: «La única manera de librarse de una tentación es caer en ella». En la novela, construida con poco más de cuatro personajes principales, hay uno cuyas intervenciones a través de los diálogos son una mina epigramática: Lord Henry Wotton. Este, que sospecho que es el alter ego del autor, es un aristócrata hedonista y cínico que tiene una gran influencia sobre Dorian Gray, el protagonista. Con su perspicacia y su elocuencia, Lord Henry introduce a Dorian en un mundo de placeres inmorales y filosofías decadentes. Y todo ello lo consigue mediante frases dichas con un convencimiento que Dorian no es capaz de rebatir, cargadas de ironía pero también, en muchos casos, de sabiduría, como en la mencionada anteriormente y en las que siguen:

  • No existen libros morales o inmorales. Los libros están bien escritos o mal escritos. Nada más.
  • Y es una tontería, porque sólo hay una cosa en el mundo peor que lograr que la gente hable de uno, y es que la gente no hable de uno.
  • Es mejor no distinguimos de nuestros prójimos. En este mundo, el feo y el estúpido se llevan la mejor parte. Pueden quedarse sentados a sus anchas, contemplando el espectáculo. Aun cuando no conozcan la victoria, al menos se libran de conocer la derrota.
  • Con un traje y una corbata blanca, como tú me dijiste una vez, cualquiera, hasta un corredor de bolsa, puede hacerse pasar por un ser civilizado.
  • Elijo a los amigos por su buen aspecto, a los conocidos por su buen carácter y a los enemigos por su buen intelecto.
  • Me gustan más las personas que los principios, y lo que más me gusta del mundo son las personas sin principios.
  • Aquellos que son fieles conocen sólo el lado trivial del amor; son los infieles los que conocen las grandes tragedias amorosas.
  • El verdadero misterio del mundo es lo visible, no lo invisible.
  • El pecado es el único elemento de color que nos queda en la vida moderna.
  • Los hombres jóvenes quieren ser fieles y no lo son; los hombres viejos quieren ser infieles y no pueden. Es lo único que se puede decir.
  • En estos tiempos, la mayor parte de la gente muere de una especie de epidemia de sentido común, y descubren cuando ya es demasiado tarde que lo único de lo que no se arrepiente uno es de sus errores.
  • Siempre se retrasaba por principio, siendo su principio que la puntualidad es la ladrona del tiempo.
  • Hoy en día, la gente sabe el precio de todo, y no conocen el valor de nada.
  • Hay muchas cosas que tiraríamos a la basura si no temiéramos que alguien pudiera cogerlas.
  • La separación del espíritu y la materia es un misterio y la unión del espíritu y la materia también es un misterio.
  • La experiencia no tiene ningún valor ético. Es simplemente el nombre que damos a nuestros errores.
  • Tenía esa aversión a que le observaran propia de los genios al final de su vida, y que las personas corrientes tienen siempre.
  • Los niños empiezan amando a sus padres; al crecer los juzgan; en algunos casos los perdonan.
  • Cuando estamos contentos siempre somos buenos, pero cuando somos buenos no siempre estamos contentos.
  • Ser bueno es estar en armonía con uno mismo. La discordia es verse obligado a estar en armonía con los demás.
  • Sólo hay dos tipos de individuos que resultan verdaderamente fascinantes: aquellos que lo saben absolutamente todo y aquellos que no saben absolutamente nada.
  • Siempre hay algo ridículo en los sentimientos de aquellos a quienes hemos dejado de amar.
  • Uno debería absorber el color de la vida, pero sin recordar los detalles. Los detalles son siempre vulgares.
  • El único encanto del pasado es que sea el pasado.
  • El pasado siempre se puede aniquilar. El remordimiento, la negación y el olvido sirven para hacerlo. Pero el futuro es inevitable.
  • La  sociedad, al menos la sociedad civilizada, nunca está dispuesta a creer nada en detrimento de quienes son tan ricos como fascinantes.
  • Se levantan temprano porque tienen mucho que hacer, y se acuestan temprano, porque no tienen nada en que pensar.
  • Cada hombre vive su propia vida y paga un precio por vivirla. Lo que es una lástima es tener que pagar tantas veces por una sola culpa. Pagar una y otra vez. En sus tratos con el hombre, el Destino nunca da por terminadas las negociaciones.
  • Siempre que se produce un buen efecto se crea uno un enemigo. Para ser popular hay que ser mediocre.
  • La vida es un caos, pero en la imaginación hay algo terriblemente lógico.
  • La civilización no es en absoluto fácil de conseguir. Sólo hay dos maneras de poder alcanzarla. Una es ser culto, y la otra es ser un corrompido. Las gentes del campo no tienen ninguna de las dos oportunidades, y se estancan.
  • Por supuesto que la vida de casado es simple costumbre, una mala costumbre. Pero uno se arrepiente de perder incluso las malas costumbres. Son una parte fundamental de nuestra personalidad.
  • No era lo bastante inteligente para tener enemigos.
  • Los libros que el mundo considera inmorales son libros que muestran al mundo su propia vergüenza.

Por supuesto, la novela deslumbra por otros muchos aspectos y no es el menor las maravillosas descripciones ambientales, como las siguientes:

  • La puesta de sol había triturado las ventanas de enfrente, llenándolas de un escarlata dorado. Los cristales brillantes parecían placas de metal al rojo. El cielo los cubría como una rosa marchita.
  • El anochecer oscureció la habitación. Silenciosamente y con pies plateados, fueron entrando las sombras del jardín.
  • Raso y perforado por una estrella solitaria, un cielo verde cobrizo iluminaba los ventanales.
  • El viento se había llevado la niebla y el cielo parecía una monstruosa cola de pavo real, estrellada con miríadas de ojos dorados.

Por último, y en abierta contradicción con la manifiesta intención inicial de este artículo, no me resisto a dejar constancia de una interpretación moderna que cabe hacer de esta obra: la insistencia por mostrar en las redes sociales, pero también fuera de ellas, solo una imagen idílica de nosotros mismos, ¿no se corresponde con el deseo del protagonista de permanecer eternamente joven, dejando que su retrato oculte sus miserias?

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