Continúo con Agota Kristof gracias a su novela «La prueba»

Segundo libro de la trilogía Claus y Lucas. En el primero, El gran cuaderno, que ya comenté en este blog, aquí, dos hermanos escriben sus memorias, hasta que se separan. En esta ocasión Lucas, uno de los niños, ya es un joven adulto que vive en una ciudad gris de posguerra en la que, sin embargo, surgen personajes que interaccionan con él, a veces a su pesar.


Narración más convincente que la de El gran cuaderno, quizá porque en esta el lenguaje utilizado, el de los dos niños, era algo inverosímil para su edad, con el añadido de que se narraba en primera persona. Sin embargo, en La prueba, Lucas cede la palabra a una voz externa, adulta, más realista, que cuenta la historia en tercera persona. Ya solo por este motivo, la novela me ha gustado más, a pesar de que pueda tacharse de más convencional que la primera. Un indicio claro de mis preferencias literarias, me temo.

De cualquier forma, la prosa de la autora sigue desnuda de cualquier artificio, que parece reforzar la idea de un tiempo decaído y oscuro en el que casi no es posible cubrir las necesidades básicas para vivir.

Novela con pocos personajes que aparecen y desaparecen, salvo el protagonista, Lucas, a quien se agradece poder acompañarlo durante unos pocos meses de su inocente vida, aunque lo suficientemente sabia como para salir adelante mientras que el resto de personajes van sucumbiendo.

Se termina la novela con deseos de continuar con el tercer y último libro de la trilogía, La tercera mentira, que es casi lo mejor que puedo decir de cualquier historia.

Termino con los tres únicos fragmentos que he anotado:
  • El hombre cierra sus ojos con ojeras, quemados por el insomnio.
  • En el cementerio, un enterrador sentado en un montón de tierra come tocino con cebollas.
  • Decía que el lugar ideal para dormir es la tumba de alguien a quien se ha amado.

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