¿Habla de ayer o de hoy "El mundo de ayer", la autobiografía de Stefan Zweig?

Leí El mundo de ayer, la obra autobiográfica de Stefan Zweig, inmediatamente después de terminar El busto del emperador, el relato de Joseph Roth (aquí, mi artículo), como una especie de terapia de choque para intentar comprender algunos de los problemas que los humanos nos las damos que ni pintados para creárnoslos. Mientras que en la obra de Joseph Roth este pretende visibilizar dichos problemas mediante la ficción, Stefan Zweig utiliza la técnica de la autobiografía; en mi opinión, acierta, ya que, por lo que he leído de este autor, me parece mucho más convincente fuera de la ficción que dentro de ella.


En esta autobiografía, yo diría mucho más didáctica que personal, se nos describe  el transcurrir vital de Stefan Zweig desde los preámbulos de la Primera guerra mundial hasta su suicidio, antes de la caída de Adolf Hitler. Junto con una sucesión continua de las personalidades ilustres que conoció a lo largo de su vida, cuenta cómo nació, se desarrollo y maduró el nazismo hasta extenderse por Europa. De todas las causas que se mencionan hay una que, a pesar de los días que han transcurrido desde que acabé la lectura, persiste como la principal: la mentira, la mentira continuada sobre la que se basó la habilidad de Hitler para convencer al resto de líderes europeos y al pueblo alemán: todo lo hacía por el bien de Europa o de su nación; es decir, todo un mentiroso compulsivo, eso sí, muy convincente, por lo menos al comienzo, antes de que asumiera todo el poder, momento a partir del cual fue el miedo el que lo sostuvo.

Hoy, más de setenta años después de la muerte de Hitler, otros grandes mentirosos, especialmente algunos políticos, cosechan grandes triunfos dentro y fuera de España. No tienen reparo en acudir a la mentira flagrante o a lo que ya se conoce como posverdad para que miles o millones de personas sigan sus consignas sin cuestionarse lo más mínimo su veracidad. Son líderes que saben utilizar muy bien los medios que les aporta la tecnología en cada momento (antes era la propaganda, ahora las redes sociales) para inocular su mensaje a masas de personas deseosas de llenarse de un motivo para actuar, como si se tratara de una papilla ya preparada que no necesitara ni masticarla, sólo tragarla. «Nada de pensar, ya lo hace el Gran Mentiroso por mí».

Un texto, el de Stefan Zweig, escrito en una prosa clara, sin metáforas, pero muy eficaz, que se hace algo pesado al inicio; aunque, conforme se aproxima la entrada en escena de Hitler, aumenta su interés, acrecentado, quizás, por el enfado que produce en el lector las, a toro pasado, evidentes artimañas del dictador y la ceguera del resto de líderes europeos. El autor terminó suicidándose poco después de terminar esta obra, convencido de la victoria de Hitler a nivel planetario.

Para terminar, dos citas que se mencionan en la obra que merecen ser repetidas aquí:

- Freud: «No existe la supremacía de la cultura sobre los instintos», de ahí que fuerzas identitarias como las de la religión o las del sentimiento patriótico, basadas en irracionalidades absolutas y pensamientos mágicos, tengan la batalla ganada contra la razón.
- Goethe: «Prefiero la injusticia al desorden». Sobran comentarios.

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