La soledad de los números primos, de Paolo Giordano

Me ha gustado esta novela: es fácil de leer, indaga en los sentimientos profundos e ilógicos de los personajes, sorprende con quiebros cada dos por tres y, además, da muestras de conocer a fondo la naturaleza humana, algo que me maravilla en alguien de “solo” veintiséis años.


A un primer nivel, como de impacto emocional, lo único que me ha dejado descolocado es el tema. No tengo claro cuál es. Parece que fuera el de la imposible comunicación auténtica entre personas pero como los protagonistas, en especial Mattia, son tan excéntricos me cuesta trasladar sus vivencias a personas "normales".

Si me alejo del aspecto emocional, me ha llamado la atención el auténtico desparpajo del narrador para saltar de una mente a otra casi en la misma frase, aunque siempre se mantenía en una tercera persona más o menos formal.

La estructura me ha parecido clásica en cuanto a los tiempos (es lineal) y presenta el conflicto entre los dos protagonistas, que avanzan su historia desde la infancia hasta la madurez, como dos ríos que de vez en cuando acercaran sus respectivos cauces pero sin llegar a juntarse nunca. Para mí, es una novela, sobre todo, de personajes. Parece como si el autor hubiera ideado dos personas muy fuera de lo normal y las hubiera puesto a andar, a modo de experimento, sin saber muy bien a dónde le iban a llevar. De hecho, esto parece confirmar que la novela fuera de más a menos: son geniales los primeros capítulos, con los episodios que conforman la personalidad de los protagonistas, pero a partir de ahí empieza a decaer el interés, solo salvado por la intriga de si terminarán juntos o no. Esta es la pregunta dramática obvia que planea a lo largo de toda la novela, casi desde el momento en que Mattia y Alice se ven por primera vez: Que terminen juntos, por favor —parece decirse continuamente el lector—, son tal para cual. Para mí es lo que consigue mantener el interés a falta de esa estructura o, mejor dicho, trama que apunte al tema.

Casi para terminar, decir que me ha parecido muy brillante la mezcla, sobre todo en los primeros capítulos, del humor con la tragedia. También, a resaltar el estilo, plagado de comparaciones, todas muy acertadas.

En esta novela he anotado una gran cantidad de frases que me han interesado por su capacidad evocadora o por la sabiduría que rezuman, lo que viene a confirmar la alta calidad del texto. De entre todas ellas, resalto las siguientes:


Mattia era deliberadamente muy silencioso en todos sus movimientos. Aunque sabía que el desorden del mundo no puede sino aumentar, que el ruido de fondo crecerá hasta cubrir toda señal coherente, creía que si ejecutaba con cuidado todos sus actos tendría menos culpa en esta lenta desintegración.

Sintió cierta frustración al no poder desahogar la cólera que incubaba, como cuando uno quiere estornudar y no puede.

Era como un insecto atrapado en una telaraña pegajosa: cuanto más se debate más se enreda.

De pronto estaba furiosa; sabía que iba a estropearlo todo, pero también que no había remedio. Al levantarse hacía un rato de la mesa había superado el invisible límite más allá del cual las cosas ocurren por sí solas.

Sobre sus cabezas flotaba una gran burbuja llena de cosas que tendrían que decirse y los dos miraban al suelo para no verla.

Mattia se dijo que eso era todo lo que quedaba del amor de los padres, pequeñas atenciones, preocupaciones como las que los suyos enumeraban por teléfono todos los miércoles: la comida, el calor y el frío, el cansancio, a veces el dinero. Todo lo demás, conversaciones nunca entabladas, excusas que dar o recibir, recuerdos que corregir, formaba como una masa petrificada que yacería a profundidades insondables para siempre.

La gente no perdía el tiempo, se aferraba a unas pocas casualidades y fundaba sobre ellas su existencia.

Las decisiones se toman en unos segundos y se pagan el resto de la vida.

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