Cuando está en mi estantería, cerrado y tan quieto, parece un libro como otro cualquiera, viejo, pero libro. De lomo de piel y letras doradas, como debe ser un buen libro. Pero si lo abro se descubren cuevas en su interior creadas por los mordiscos de un niño inconsciente, ansioso por alimentarse de letras, mucho antes incluso de saber leer.
Este libro huele a viejo, sus páginas ya amarillean y no puede ser leído, pero sabe que muy pocos libros llegarán a ser tan útiles y queridos como él.
¡Esa es la misión fundamental de un libro! Bueno, puede tener otras...., pero esa me encanta. Ya me gustaría a mí que mis novelas sobreviviesen de esa forma. Un abrazo
ResponderEliminarEs verdad, aunque faltaría que fuera leído ya que este viejo libro aún no lo ha sido, al menos por mí, pues lo tuve antes de aprender a hacerlo. Yo creo que ya va siendo hora de que lo lea, antes de que sea demasiado tarde para él... y para mí.
EliminarGracias por pasarte y comentar, Pedro.
Un abrazo.