Notas tomadas de «Canción dulce», la novela de Leila Slimani

«El bebé ha muerto». Parece spoiler, pero es la primera frase de esta novela. No podía ser más efectista. La muerte, siempre presente para interesar al lector, para sacarle de esa modorra vital en la que suele navegar.


Pero no se conforma con una muerte cualquiera, tiene que ser la de un bebé, una categoría de ser humano de la que está prohibido hablar en negativo, supongo que por el gen que nos obliga a no hacer mal con todo lo que perpetuará la especie. Pero a Leila Slimani, autora de Canción dulce, no le importa la genética y nos echa encima un bebé muerto para empezar. A partir de ahí, el lector no podrá evitar seguir leyendo.

Cambio de planes. No voy a escribir una reseña al uso. Quizás sea el momento de ejercitar el minimalismo que tanto predico. Sí, creo que lo haré. Aquí tienes las notas, sin retoques, que he ido tomando conforme leía Canción dulce:
  • En presente, alternando con pasado, lo más original de la novela.
  • Narrador, omnisciente aunque a veces parezca cámara.
  • Empieza por el final.
  • Frases cortas, casi telegráficas.
  • Algo exagerada la caracterización, un pelín cinematográfica.
  • Preguntas sin respuesta:
    • «... la otra...»: ¿narrador despectivo? (pág. 14).
    • ¿Por qué tuvo que ser una médica-interna en prácticas la que atendió a los niños? (pág. 14).
    • «Mila llorona» / «Dulce hogar»: aparente contradicción (pág. 20).
  • Solidaridad entre inmigrantes.
  • Pequeñísimos diálogos, casi monólogos.
  • Me desconcierta el papel final de la inspectora Nina Duval.
  • IMPORTA MÁS EL CÓMO SE CUENTA LA HISTORIA QUE LA HISTORIA EN SÍ.
  • De más a menos.
  • Temática interesante por actual:
    • LA SOLEDAD INNATA EN CADA SER HUMANO.
    • Poco nos importan los demás.
    • Menosprecio de los hijos respecto del resto de asuntos.
  • MUY RECOMENDABLE.
Para acabar, unas pocas pero brillantes frases:

  • Por la noche, se ha levantado el viento, una brisa marina en la que se adivina el sabor a sal y a utopías.
  • Ella nunca había visto una luna así, tan bonita que entraban ganas de descolgarla.
  • Ves, todo gira y todo da la vuelta. Su infancia y mi vejez. Mi juventud y su vida de hombre. El destino es vicioso como un reptil, siempre se las arregla para empujarnos hacia el lado equivocado.
  • Al convertirse en padre, adquirió unos principios y unas certezas, algo que se había propuesto a sí mismo no tener nunca. Su generosidad se volvió relativa. Su universo había encogido.
  • Se ha quedado dormida con esa especie de sueño pesado del que uno emerge triste, desorientado, con el vientre lleno de lágrimas.
  • Le gustaría ocupar sus manos con algo, tender toda su mente hacia un solo pensamiento, pero no es más que un amasijo de cristales rotos, y su alma está cargada de piedras.

¿Qué os ha parecido, os gusta este formato más que una reseña convencional? Espero vuestros comentarios.

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