Por consejos, que no sea

En los dos últimos años habré leído cientos de consejos dirigidos a aspirantes a escritor. Consejos para escribir mejor, para no dejar de escribir, para hacer antes de escribir, para hacer después; consejos para vivir mejor como escritores, para escribir una novela y para escribir cuentos, para publicar con una editorial y para autopublicarse; consejos para darse a conocer en las redes sociales y en los blogs, como este.

En este tiempo he leído buenos libros con textos de escritores consagrados. No me puedo olvidar de Cartas a Louise Colet, de Gustave Flaubert, ni de Mientras escribo, de Stephen King, tampoco de Escribir, ensayos sobre literatura, de Robert Louis Stevenson, ni menos de La orgía perpetua, de Mario Vargas Llosa.

También he ido recopilando en Feedly decenas de blogs que, poco a poco, he ido borrando ya que las novedosas entradas que leía en los inicios se fueron convirtiendo en meros "cortar y pegar" de unos blogs en otros. Entre los que han ido sobreviviendo a esta criba están los de Gabriella literaria y el de Óscar Iborra. Precisamente una entrada reciente de este último fue el germen que me hizo reflexionar sobre los consejos literarios.

En el inicio, es decir, hace esos dos años, como receptor novel de consejos, leía estos con interés, los anotaba, los etiquetaba. No quería olvidarlos y los releía con frecuencia. En ese momento yo era el lector ideal para ellos. Y para mí los autores eran personas a las que había que reverenciar por dedicar su tiempo a compartir su sabiduría sin esperar nada a cambio salvo, si acaso, un simple agradecimiento. Ahora la visión es menos inocente. Al autor de los consejos se le reconoce interesado, en muchos casos, más que en compartir su conocimiento en vender otra cosa, ya sea su libro, una escuela de escritura creativa u ofrecer sus servicios en uno de los muchos campos del mundo editorial. Y no está mal que sea así. Pero claro, el lector ya no es tan receptivo como al comienzo y no puede dejar de verse como un mero objetivo comercial.

Dicho todo lo anterior, me sigue gustando leer consejos, aunque a estas alturas no pueda evitar una mueca que se parece a una sonrisa, no sé si porque después de mucho tiempo ya no los necesito o por la inocencia de los que los leerán deslumbrados por la sabiduría de los envidiados escritores publicados.

Y tú, ¿eres de los "aconsejados" iniciales o de los finales?

2 comentarios:

  1. Me ha parecido una muy interesante reflexión la tuya. Sinjania.com es una escuela de escritura online y mantenemos un blog con consejos de escritura desde hace muchos años. ¿Con intenciones comerciales? Sin duda, para eso estamos en la red.

    Eso, sin embargo, no hace malos los consejos que damos. Hemos ayudado a muchos escritores noveles a mejorar su escritura y a tener las ideas más claras sobre su proceso creativo sin que hayn tenido que abonar ni un euro.

    Ese conocimiento, antes, no estaba al alcance de la gente. Al menos no gratis. Tenías que pagar un curso de escritura, tenías que pagar un libro... Creo que la proliferación de blogs con consejos útiles son una excelente noticia para todos aquellos a los que les gusta escribir.

    ¿Qué importa si vendemos algo, sea un curso, sea una novela? Puedes leer miles de contenidos, aprender bastante y no tienes por qué comprar nada. El leer un blog no te compromete. Personalmente yo leo muchos blogs de temas de mi interés y aprendo muchas cosas que utilizo a diario y no siempre acabo comprando el curso o el libro que venden.

    Sin embargo, cuando decido dar ese paso y gastar el dinero para adquirir unos conocimientos más completos que los que es posible encontrar gratis en un blog o en un ebook en descarga gratuita, suelo acudir a los profesionales que están detrás de los blogs que leo.

    ¿Por qué? Porque me han demostrado que saben de lo que habaln, que dominan la materia. Tengo la confianza de que, casi con seguridad, voy a invertir bien mi dinero y voy a tener acceso a un buen producto.

    Así que con la información gratuita que recibo en los blogs tengo dos cosas: un montón de conocimientos por los que no pago nada. Y más tarde, si me decido a pagar, la confianza de gastar mi dinero con alguien que ya me ha demostrado que domina la materia.

    Así que nunca sonrío con excepticismo cuando lee información que alguien me está dando gratis. Incluso aunque sepa que lo hace con la esperanza de que, en algún momento, decida comprar su libro o apuntarme a su curso. Me parece una forma mucho más útil de hacer publicidad para el consumidor, porque a fin de cuentas aporta algo.

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