Cuando un libro te obliga a pensar: «Revolución desde dentro», un libro de Gloria Steinem



Hay libros que, desde el primer momento, generan dudas. Este fue uno de ellos. Al comenzar Revolución desde dentro, tuve la sensación de que no era para mí: otro libro de autoayuda. Estuve a punto de devolverlo. Sin embargo, decidí leer unas páginas más.

A medida que avanzaba en su lectura, notaba cierta fatiga provocada, pensé, por la sucesión interminable de ejemplos personales que buscan provocar impacto, conmover o inspirar al lector. A mí, en cambio, me dejaban frío. No lograba conectar con esas experiencias ajenas y, después de diez días de lectura intermitente, decidí dejarlo.

Pero entonces ocurrió algo curioso. Durante los dos días siguientes, comencé a sentirme inquieto, como si el libro se hubiera quedado trabajando en segundo plano, dentro de mí. Había dos ideas, en particular, que no podía quitarme de la cabeza.

La primera: nunca nos abandona el niño que fuimos, a pesar de que, con los años, lo hemos silenciado, maltratado e, incluso, olvidado. Pero sigue ahí, y nuestra relación con él —para escucharlo y comprenderlo— determina en buena medida cuánto somos capaces de querernos en el presente.

La segunda: el grado de madurez de una persona puede verse reflejado por cuánto ha incorporado cualidades del sexo opuesto. Steinem defiende que las mujeres que combinan rasgos considerados masculinos con los propios de su género suelen tener una autoestima más sólida que aquellas que se ajustan únicamente a lo femenino. Lo mismo ocurre con los hombres que integran características tradicionalmente femeninas.

Esa inquietud interior, ese leve desasosiego que me provocaban esas ideas, fue lo que me hizo retomar el libro. Si había algo que me seguía afectando, pensé, quizá mereciera la pena seguir leyéndolo. Y así lo hice, con renovado interés.

Lo que encontré en el tramo final no fue especialmente estimulante: algunos temas como la ecología o la espiritualidad me parecieron tratados superficialmente. Sin embargo, casi al final, apareció una idea que me resultó no sólo interesante, sino reconfortante y profundamente alentadora:

«[...] aunque el número de neuronas del cerebro adulto permanece constante, siguen proliferando en mayor o menor grado las sinapsis (relaciones funcionales) entre éstas, según los usos que de aquél hagamos [...] La noción de que nuestro cerebro siempre es susceptible de perfeccionamiento, diversificación y agilización, si tenemos suficiente fe en él para proporcionarle los estímulos necesarios, constituye una buena noticia para todo el mundo».

En mi caso, esta afirmación me ayudó a mitigar una angustia reciente: el temor al deterioro cognitivo con la edad. Saber —o, incluso, solo creer— que el cerebro puede seguir desarrollándose si se le estimula adecuadamente me produjo un efecto positivo, casi inmediato. Una especie de autosugestión benéfica que, aun si no se basara en una evidencia irrefutable, ya me había hecho bien.

En definitiva, Revolución desde dentro ha sido un libro «montaña rusa»: comenzó como una decepción, fue retomado por una inquietud y terminó con un atisbo de esperanza. No me ha aportado muchos conocimientos prácticos, pero sí algunas ideas que, sin querer, decidieron quedarse. Y solo por eso, ha merecido la pena su lectura.


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