«Queremos tanto a Glenda» y a Julio Cortázar, el autor de este libro

Continúo visitando a mi admirado Cortázar, siempre como un aficionado que se asoma a su prosa con el ansia de disfrutarla y, de rebote, esperar que alguna pizca de su maestría decida habitarme.

Si eres un lector habitual de este blog seguro que ya sabes que lo utilizo para entablar una especie de conversación conmigo mismo sobre los libros que he leído o sobre la tecnología que utilizo. Como tal conversación, no pretende competir con los concienzudos análisis de especialistas. Es como si cada cierto tiempo me reuniera con amigos en el café de la esquina para charlar sobre literatura y tecnología en un estilo distendido, nada profesoral.

Con este enfoque relajado y antidoctrinal, tras buena parte de la producción literaria de Julio Cortázar ya leída, de nuevo, me siento autorizado para opinar sobre los diez cuentos incluidos en este libro, Queremos tanto a Glenda, la penúltima recopilación que el autor publicó en vida.

  • «Orientación de los gatos»: Una lástima que este genial título no diera paso a una historia que me gustara acerca de alguien que se transforma mientras observa pinturas.
  • «Queremos tanto a Glenda»: Un grupo de personas se siente atraído por una actriz, Glenda, hasta un nivel más allá de lo razonable. Toda una metáfora de lo perjudicial del perfeccionismo y, por ende, del fanatismo. Un cuento excelente (por algo da título al libro).
  • «Historia con migalas»: cuento interesante, empezando porque está narrado en primera persona del plural en un presente que parece pasado. Una pareja huye de un delito que ha cometido y se hospeda en un bungalow. No dejan de escuchar a las vecinas a través del tabique, hasta que estas se van. Entonces comienza el malestar. Una pena que se me haya escapado el final.
  • «Texto en una libreta»: Final decepcionante de un cuento sobre un grupo de gente que reside en el metro.
  • «Recortes de prensa»: Sobresaliente la descripción de los asesinatos de opositores argentinos perpetrados por el ejército, así como el maltrato a la madre de una niña. Sin embargo, otra vez, no he entendido el final.
  • «Tango de vuelta»: Excelentes cambios narrativos, pasando de primera a tercera persona. El cuento se desarrolla bien, pero el final es algo previsible.
  • «Clone»: Monumental lío de personajes. Por primera vez he abandonado un cuento porque me perdía.
  • «Graffiti»: Dos graffiteros que se descubren y se aman a través de sus dibujos. Cuento legible y entretenido sin la típica sorpresa final de Cortázar.
  • «Historias que me cuento»: El protagonista tiene un sueño que medio confirma la realidad.
  • «Anillo de Moebius»: Historia de una violación vista por los dos intervinientes y del posterior encarcelamiento y muerte del violador. Al comienzo parece una historia sencilla, pero una vez que se ha consumado el crimen se entra en una especie de nebulosa conceptual difícil de seguir. Parece que hay hasta una aceptación del acto por parte de la víctima, aunque no queda claro si forma parte de las ensoñaciones del violador.

Gusten más o gusten menos las historias, lo que jamás defrauda es la calidad de la prosa. Si no me crees, lee los siguientes fragmentos:

  • A mi manera me obstino en comprender, en descubrir; la observo pero sin espiarla; la sigo pero sin desconfiar; amo una maravillosa estatua mutilada, un texto no terminado, un fragmento de cielo inscrito en la ventana de la vida.
  • De lejos nos rodea una guirnalda de balidos de cabra, cinco vacas y un ternero pastan en lo más alto de la colina y mugen adecuadamente.
  • Todavía no sentimos montar los recuerdos, esa necesidad de inventariar el pasado que crece con la soledad y el hastío.
  • La noche ha sido larga, con ráfagas de lluvia confesadamente tropical, bruscos diluvios que se cortan bruscamente arrepentidos.
  • Gente de ciudad, gente fácilmente impresionable fuera de los ruidos propios, las lluvias bien educadas.
  • A mí me gusta escribir para mí, tengo cuadernos y cuadernos, versos y hasta una novela, pero lo que me gusta es escribir y cuando termino es como cuando uno se va dejando resbalar de lado después del goce, viene el sueño y al otro día ya hay otras cosas que te golpean en la ventana, escribir es eso, abrirles los postigos y que entren, un cuaderno detrás de otro [...]
  • Tambaleándose borracha fue hasta la cama, se arrancó la ropa que se le pegaba a la piel, desnuda se volcó de lado en la cama y buscó el tubo de pastillas, el último puerto rosa y verde al alcance de la mano.
  • A Franca le gusta pasear con Lucho, tienen la misma manera de mirar las cosas como si apenas las rozaran con los dedos de los ojos, se divierten tanto.
  • Tiene razón, qué joder, dice Paola, para mí cantar era como hacer el amor y ahora en cambio una mala paja.

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