Otro más que quiere descifrar «Alicia en el País de las Maravillas», de Lewis Carroll

Libro infantil para unos y, para otros, obra maestra del género nonsense (sin sentido), género solo apto para adultos. Leer Alicia en el País de las Maravillas siempre ha supuesto un reto para mí precisamente por aquella dualidad, agravada por conocer la totalidad de la historia tras haber visto varias veces la película homónima de Disney.


Nada más terminar la lectura, que transcurrió más agradable de lo que esperaba, me encontré algo desconcertado ya que solo había conseguido entrever alguna que otra metáfora (ya sé que este recurso literario es muy subjetivo, de forma que una misma expresión puede representar cosas muy diferentes según quien la lea). Desde luego, hay metáforas o presuntas metáforas por todos los lados, de forma que es fácil para cualquiera encontrar algunas que les satisfaga. Pero en conjunto no llegué a encontrar el tema subyacente en toda narración ni, menos, la moraleja que se le supone a cualquier cuento infantil.

No me quedaba más remedio que buscar ayuda, a través de los comentarios de otros lectores. Decidí navegar por las mares 'internetianos' y me encontré, como esperaba, con auténticos fanáticos del cuento de Lewis Carroll y con lectores huérfanos de significado que lo denostaban sin miramiento. Además de lo anterior, como suelo hacer, leí retazos de la biografía del autor, incluyendo fragmentos de sus diarios. Engarcé distintas piezas y creo haber completado un rompecabezas que, al menos a mí, me ha servido para entender algo mejor este famoso cuento. Que conste que esta es una inferencia mía, sin verificar ni respaldar por especialistas. Ahí va:

Charles Lutwidge Dodgson (de seudónimo Lewis Carroll) gustaba de entretener a una niña muy querida por él contándole cuentos que solía improvisar, como solemos hacer los padres con nuestros hijos pequeños. Una tarde, Alicia, que así se llamaba la niña, se entusiasmó tanto con el cuento que acababa de contarle que le pidió que se lo escribiera. Tanto quería Charles a Alicia y tanto insistió esta, que terminó por hacerlo. Tardó un año. La historia, contada oralmente, permitía desatar la imaginación, creando mundos y personas imposibles sin cortapisa alguna; sin embargo, al plasmarse en papel, tuvo que adquirir cierta consistencia y racionalidad. Además, ya puesto, Charles decidió 'sofisticar' la historia para hacerla más atractiva a los adultos mediante la incorporación de figuras literarias que resaltaran/demostraran sus habilidades, incluso lógicas y matemáticas. De ahí que abunden calambures de todo tipo (polisemias, homofonías, etc.), solo comprensibles en inglés, claro; y hasta retos matemáticos como la suma de números en bases diferentes. Estos aditamentos no afectan al argumento, pero dotan al libro de guiños solo visibles para adultos... o niños superdotados. Y así, un cuento infantil se había transformado en un libro para lectores más maduros, elevado a la categoría de obra maestra alabada por escritores de la talla de James Joyce.

Por desgracia, mi nivel de inglés no llega al mínimo para poder leer Alicia en su idioma original y tuve que conformarme con una traducción al español; de ahí que, por muy anotada que estuviera, no pude vislumbrar buena parte del artesonado que preparó Lewis Carroll para deleite de sus lectores adultos. La conclusión es clara: recomiendo leer Alice in Wonderland, pero no Alicia en el País de las Maravillas.

4 comentarios:

  1. Los beneficios de las lecturas infantiles son innumerables, desde el desarrollo del lenguaje y la imaginación hasta la mejora de la concentración y la empatía. Además, fomentan el amor por la lectura y la adquisición de conocimientos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Desde luego, los beneficios que mencionas para las lecturas infantiles son incuestionables. Me queda la duda de cuánto pueden ser de utilidad este tipo de libros para lecturas menos infantiles.
      Muchas gracias por tu comentario.

      Eliminar
  2. La lectura infantil no solo nutre la imaginación y la creatividad, sino que también fortalece las habilidades lingüísticas y cognitivas desde una edad temprana. Al compartir historias, los niños desarrollan un vínculo emocional con la lectura y fomentan la empatía al explorar diferentes perspectivas.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias por tu comentario, navesdepapel, que comparto íntegramente.

      Eliminar

Redes sociales