El Marruecos asfixiante visto por Rafael Chirbes en «Mimoun»

De Rafael Chirbes ya había leído Crematorio y En la orilla, que comenté aquí. Me gustaron tanto ambas novelas que me propuse seguir leyendo más obras suyas, empezando por la primera que escribió, Mimoun. No lo hice inmediatamente después de terminar las leídas ya que, como siempre hago, quería dejar reposar mi entusiasmo. Mientras tanto, escuché algunas de las entrevistas que el autor hizo en televisión. Y, en ese tiempo de espera, falleció Rafael Chirbes, desapareció uno de los escritores contemporáneos que más me habían impactado. Corría el mes de agosto de 2015. Se convirtió en necesidad leer su primera novela, Mimoun, necesidad que no pude satisfacer hasta 2018.


Y como siempre pasa, las expectativas me traicionaron. En este autor no buscaba una trama compleja, ni vuelcos inesperados, ni una intriga que me obligara seguir leyendo. «Solo» quería encontrar la chispa en la prosa, los indicios de la maestría que derrochó en sus últimas obras. No niego que algunas frases sean brillantes, como los ejemplos que dejo más abajo, pero en general la narración, en general, me parecido convencional. Salvaría, eso sí, dos aspectos: una ambientación eficaz, por asfixiante, localizada en el norte de Marruecos; y un desarrollo psicológico muy completo acerca de la bisexualidad del protagonista.

Para terminar, una muestra de las mejores frases que he anotado:
  • Era tan hermosa que daba miedo tocarla, pero, cuando se desnudó, su sexo dejó escapar un hedor insoportable.
  • La lluvia desplegaba toda la tristeza de Marruecos, sacaba las tripas enfermas del país y las tendía sobre las hortalizas embarradas de los mercados, los caminos intransitables y los cafés que apestaban a lana mojada y suciedad.
  • Yo no era más que un montón de papeles a medio escribir encerrados en aquellas húmedas cajas de cartón.
  • Luego, me coloqué al lado de la cama, junto a la cabecera, y me puse a acariciarle los cabellos como si lo quisiera.
  • El aislamiento de la gente de Mimoun era como el de esos árboles inmensos y solitarios cuyas raíces se buscan bajo la tierra.
  • Afuera, la luz había virado del amarillo al blanco, y los pájaros estaban dejando de cantar. El calor se apoderaba de todo.

3 comentarios:

  1. En efecto, Javier. Esta frase que has resaltado:
    “La lluvia desplegaba toda la tristeza de Marruecos, sacaba las tripas enfermas del país y las tendía sobre las hortalizas embarradas de los mercados, los caminos intransitables y los cafés que apestaban a lana mojada y suciedad.”
    refleja fidelísimamente el ambiente de los zocos y las callejuelas de cualquier ciudad o pueblo marroquí, especialmente en las del norte.

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