Para unos, es una cumbre de la literatura mundial (a universal no llega, por mucho que digan, porque aún no sabemos si hay algún planeta más con mejores escritores que los terráqueos); para otros solo fue un «tostón» que obligaron a leer en el colegio. Y como, en lo que respecta a opiniones, ya se sabe que es imposible cambiarlas, que cada uno siga convencido de lo que crea. Pero, estaréis pensando, ¿te mojarás y nos dirás si consideras sobrevalorado a Shakespeare, o no? Continuad leyendo y lo sabréis.
A estas alturas, todos sabemos que el argumento de una novela, o de una obra de teatro, es lo de menos: desde hace bastantes años, los argumentos no dejan de repetirse. De hecho, el argumento de Hamlet se dice que procede de la Gesta de los daneses, narrada por Saxo Grammaticus cuatrocientos años antes de que Shakespeare escribiera «su» Hamlet; obra en la que, incluso, los personales principales tienen el mismo nombre que la original danesa.
Algo más importantes son los personajes y la trama. Aún así, lo que eleva una obra hasta convertirla en maestra, en mi opinión, es «cómo» está escrita. Así, la frase más trivial, pero dicha con palabras de Shakespeare, se transforma en algo que trasciende su propia literalidad y se convierte en un dardo capaz de impactar en nuestras más íntimas neuronas. He aquí unos pocos ejemplos extraídos de Hamlet:
- [...] se puso a escudriñarme la casa cual si fuera a dibujarla.
- [...] lanzó un suspiro tan profundo y lastimero que pareció destrozarle todo el cuerpo y acabar con su existencia.
- Si predicase a las piedras, su causa y su figura las ablandaría.
- La culpa no sabe fingir su recelo y al fin se traiciona queriendo esconderlo.
- Le hacía ceremonias a la teta antes de mamar.
De todas formas, me diréis, Shakespeare no escribió dichas frases, lo hizo en inglés. Cierto, pero aún así brillan, ¿no os parece? Eso sí, antes de empezar a leer, busqué la traducción más adecuada entre las decenas que existen. Comparé las más recientes y me quedé con la de Ángel Luis Pujante, publicada por Espasa-Calpe, traducción que me recomendó una amiga experta en literatura clásica.
Entonces, ¿está o no sobrevalorado Shakespeare para mí? Siempre estaré en el grupo de los que lo admiran, aunque en toda su vida solo hubiera escrito el fragmento que sigue, también extraído de «su» Hamlet:
[Hamlet y su amigo observan cómo un sepulturero arroja una calavera al foso de una tumba. Hamlet habla así a su amigo Horacio:] Esa calavera tenía lengua y podía cantar. Este bribón la estrella contra el suelo como si fuera la quijada de Caín, que cometió el primer crimen. Tal vez fuese la cabeza de un político, ahora avasallado por un asno, capaz de engañar a Dios, ¿no crees? O la de un cortesano, que diría: «Buenos días, mi señor. ¿Cómo estáis, mi buen señor?». Sería el señor don Tal, que elogiaba el caballo del señor don Cual cuando pensaba pedírselo, ¿verdad? Pues claro, y ahora es de don Gusano, sin mandíbulas y con la crisma sacudida por el sepulturero. Bonita transmutación, si supiéramos verla. ¿Tan fácil ha sido crear estos huesos que ahora solo sirven para jugar a los bonos? Los míos me duelen de pensarlo. Otra más. ¿No podría ser la de un abogado? ¿Dónde están ahora sus argucias, sus distingos, sus pleitos, sus títulos, sus mañas? ¿Cómo deja que este bruto le sacuda el cráneo con una pala sucia sin denunciarle por agresión? ¡Mmm...! Tal vez fuese en vida un gran comprador de tierras, con sus gravámenes, conocimientos, transmisiones, fianzas dobles, demandas. ¿Transmitió sus transmisiones y demandó sus demandas para acabar con esta tierra en la cabeza? ¿Le negarán garantía sus garantes, aun siendo dos, para una compra que no excede el tamaño de un contrato? Todas sus escrituras apenas caben en este hueco. ¿No tiene derecho a más el hacendado?
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