¿Eres de "WhatsApp" o de "email"?

Después de superar las antiguas clasificaciones para agrupar a las personas (derechas/izquierdas, madridista/atletista, madrugador/trasnochador, y otras más denigrantes aún), he comprendido que hoy lo que importa es saber si se pertenece al grupo de los que prefieren el correo electrónico (en adelante, lo llamaré email, palabra más extendida que "correo electrónico" incluso en zonas hispanohablantes) o al grupo de los que idolatran WhatsApp. Por supuesto, hay un silencioso y anónimo tercer grupo formado por los que no utilizan ni una ni otra aplicación; conozco pocas personas de esta última categoría, aunque puede que sea la comunidad más numerosa si elevamos el cómputo a nivel planetario.

El buen usuario del email se suele sentir dueño de su tiempo y decide leer los mensajes que recibe una o dos veces al día. Parece algo más tranquilo (¿maduro, mayorcito?) que el de WhatsApp, cuya mensajería, más que instantánea, es invasiva, con interrupciones continuas. El adorador de WhatsApp se aburre si no lee mensajes: en cuanto pasan unos pocos minutos sin oír un aviso con la recepción de uno nuevo, enciende su móvil y comprueba si están activada la red de datos y/o la wifi y, si lo están, reinicia el dispositivo, por si se hubiera quedado colgado y los mensajes no entrasen.

Al amigo del email le gusta escribir sus mensajes despacio y hasta los relee antes de enviarlos. Por supuesto, pone acentos y comas. Cuida las palabras. Cree que la forma puede importar tanto o más que el fondo. El amante del WhatsApp reniega de las letras, se las come, nunca relee, le importa poco si el receptor entienda su mensaje al completo o solo una parte; parece que solo le interesara enviar, expeler algo, lo que sea, en un aparente deseo compulsivo por hacerse visible.

Quien usa el email con más frecuencia que el WhatsApp suele guardar los mensajes, todos, tanto los enviados como los recibidos, en carpetas ordenadas. Más por consideración a los textos, a quienes los han enviado, por el tiempo que dedicaron en su redacción, que porque crea que los volverá a leer. Jamás, jamás un adicto del WhatsApp revisa la historia de mensajes cruzados con alguien, el timeline; como mucho, mira la foto del perfil de sus contactos y lee su estado, por si tuviera gracia.

El entusiasta del email reniega de los correos en los que aparecen copiadas más de una persona mientras que la felicidad del forofo del WhatsApp es directamente proporcional al número de grupos a los que pertenece y a la cantidad de personas que tenga cada grupo; de modo que la mejor música para sus oídos es la melodía creada en el timbre de su móvil gracias a la sucesión interminable de mensajes recibidos.

Pero si hay un indicio claro, un síntoma de que el usuario del email no ha sido contagiado por la enfermedad del WhatsApp es este: nunca pone un emoticon, un iconito u otro dibujo semejante en sus mensajes ni, menos aún, en su perfil de usuario.

Queda claro que yo soy "emailero" y, también, que he de prepararme para el contraataque de los "guasaperos".

5 comentarios:

  1. Los de nuestra generación, edades a partir de 45/50 combinamos al 50% ambos sistemas de comunicación.
    Las nuevas generaciones exclusivamente mensajería instantánea, whatsapp o telegram con el efecto correctamente expresado en el artículo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Cierto, parece un indicador generacional más.

      Gracias por comentar.

      Eliminar
  2. Yo creo que pueden ser complementarios. El Whatsapp quizás algo más de inmediatez, y por ello menos cuidado en la escritura, con la ventaja de ser menos invasivo que la llamada telefónica. Y eso de una imagen vale más que mil palabras, con el Whatsapp es una realidad. Pero la gran suerte que tenemos en estos tiempos es disponer de ellos. Unos para relacionarnos con la familia o amistades intimas, otros para temas más profesionales o sociales.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Es verdad, en mi afán diferenciador no he mencionado que, a pesar de todo, es una suerte contar con la tecnología, la nueva y la antigua, siempre que se quiera y se sepa aprovecharlas.

      Eliminar

Redes sociales