Al ver este libro en una librería de viejo de Torrevieja (España) me acordé del ensayo homónimo de Bertrand Russell, que tantas veces leí y regalé. Y pensé que su contenido se parecería al tener el mismo título. Me equivoqué.
Diría que el título no tiene casi nada que ver con el contenido: un repaso a la vida de la especie humana, especialmente la sexual, identificando los aspectos que impiden su felicidad.
A pesar del título, tengo que decir que me ha gustado, no solo por su fondo (mezcla de psicología y biología) como, sobre todo, por la forma cariñosa con que la autora recorre la vida de un ser humano desde su concepción hasta su muerte, sin eludir ningún aspecto, por obsceno, antiestético o mal visto que parezca. Y justamente por este motivo encuentro la mejor enseñanza de esta obra: la necesidad de querernos a nosotros mismos. De hecho, en algunos momentos el cariño con el que repasa algunos episodios de la vida es tan estremecedor que ha llegado a emocionarme.
Especial énfasis pone la autora en considerar a la relación de pareja como el antídoto del sinsentido de la vida. El amor hacia la otra persona es lo mejor y, al final, lo único que realmente no solo hace llevadera la existencia vital sino que la transforma en placentera.
Aunque me ha parecido muy interesante el capítulo V "¡Ya somos adultos!", prefiero mencionar aquí un párrafo del capítulo II “¿Ese candidato a ser humano? Ser niño, mucho más que un proyecto de hombre”, que me ha parecido muy acertado, por mucho que lo que trate sea obvio y conocido:
Cuando el pequeño acepta y adopta las normas morales de los padres y de su grupo social, no hace otra cosa que alimentar la estima de su propia identidad. El proceso madurativo de cada persona se caracteriza por el aprendizaje de llegar a ser uno mismo, pero uno más entre iguales; de lograr ser diferente y único a pesar de las similitudes, y, sin embargo, sentirse plenamente identificado con su grupo en lo esencial. Este es un delicado equilibrio que hay que enseñar y que aprender a guardar.
Efectivamente, es crucial el equilibrio entre estas dos necesidades: la de ser distintos de los demás y, a la vez, la de identificarse con ellos. Un peso excesivo de una necesidad respecto de la otra deviene en situaciones de sufrimiento para la persona. No obstante, hoy en día creo que son generalizadas las situaciones en las que se pretende ser igual a los demás sin preocuparnos de diferenciarnos, como fomenta la sociedad de consumo. Es verdad, es difícil, pero tal vez sea suficiente con intentar conseguir ese equilibrio, en la seguridad de que nunca se conseguirá.
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