De viaje con Fernando Aramburu por "Patria", su novela

He finalizado "Patria" y me siento desdoblado en dos, tres, cuatro o yo qué sé cuantos. Me explico, en ocasiones me dejaba llevar por la senda de la historia y los emociones de los personajes, como un lector inocente; pero en otros momentos, aparecía otro lector, uno que podríamos llamar cirujano, que se maravillaba unas veces con los cambios en la voz narrativa, o con las continuas analepsis, perdón, vueltas al pasado, y posteriores regresos al presente.


La historia aprovecha el conocimiento que la sociedad española tiene de la situación en el País Vasco para indagar en los resortes emocionales de personajes de ambos bandos: el radical/abertzale y en el otro, el moderado/españolista. No existe una intriga que impulse al lector a seguir leyendo. El lector se hace preguntas, claro, pero tan pequeñas que no sigue leyendo esta voluminosa novela buscando respuestas, solo por el gusto de sentirse cerca de los personajes.

Para mí, lo mejor de la novela, su originalidad, es la forma de narrar en la que mezcla con destreza la tercera y la primera persona, sin avisar, sin comas, sin rayas. Es como si el narrador estuviera tan cercano al personaje que se olvida de que está contando una historia y se transforma en el propio personaje. Y esto no sucede para un persona solamente, lo hace con todos, con cada uno de los nueve personajes principales. Por supuesto, esto solo puede funcionar, si consigue que la voz de cada uno sea diferente a la de los demás. Y lo consigue, ya creo que lo consigue, en todos y cada uno de los 125 capítulos de la novela. Todo un prodigio.

Aparte de este genial artificio narrativo, me resulta original, aunque menos, la espiral en la que transcurre el tiempo del discurso, un ir y venir continuo, hasta el punto de que en el algún momento dudaba si el capítulo que estaba leyendo discurría uno, cinco, quince o veinte años atrás. Y no solamente eso, en varios momentos de la novela se tiene la sensación de que ya se ha leído algo, como si estuviera repetido. Es un mero espejismo. En varias ocasiones, al lector se le presenta la misma situación, pero vista por un personaje distinto.

Se entiende que lo comentado respecto de la técnica narrativa lo ha recogido mi lector-cirujano. Es más, los motivos que pueden encandilar a mi lector-cirujano puede que hasta sean los que provoquen rechazo en un lector estándar. De ahí que me haya sorprendido por el éxito de ventas de esta novela. ¿Habrá sido por el tirón del tema "ETA"? ¿Será por tener una prosa muy sencilla de leer, sin metáforas ni guiños cultos? ¿Será una mera cuestión de "marketing"? Supongo que será una mezcla de estos y otros factores.

Para finalizar estos comentarios, suelo dejar aquí algunas de las frases que más me han gustado. En esta ocasión, dejo un par de llamativas muestras del cambio de narrador que comenté antes:

  • Angelita: baja, ancha, regordeta, sesenta años. A modo de recibimiento, estampó a la novia de su hijo dos besos como dos tartazos: rotundos, cremosos, efusivos. Así no me ha besado mi madre jamás. De modo que, nada más entrar en el piso, a Arantxa se le disipó el temor.
  • En el perchero de la pared colgaba la vieja zamarra del Txato, la de tantos años. Y Xabier no pudo menos de alargar la mano para tocarla. No sé por qué la toqué. Apenas unos segundos, como si pretendiera comprobar que algún vestigio de la vida de su dueño perduraba en la prenda.

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