Ha sido una relectura muy provechosa. No tanto por el argumento y la historia en sí, como por revelárseme la estructura que la soporta. Una estructura creada a propósito para acoger el argumento. Me explico, pero con cuidado para no descubrir la respuesta a la "Gran pregunta dramática" de la novela: ¿encontrará el periodista al soldado republicano que dejó escapar al jerarca falangista durante la Guerra civil española? Javier Cercas, autor, narrador y personaje de la novela, investiga a Rafael Sánchez Mazas, auténtico líder de la Falange española en los años 30 del siglo XX, padre, por otra parte, del muy real y prestigioso escritor Rafael Sánchez Ferlosio (tengo que releer El Jarama).
En la primera parte de la novela, se nos muestra el proceso que siguió el autor/narrador para documentarse sobre el episodio extraordinario en el que el falangista escapa de su fusilamiento en las postrimerías de la guerra civil para, posteriormente, no ser delatado por un soldado enemigo cuando es descubierto. Todo un ejercicio de pedagogía sobre la construcción de una novela. Durante este tiempo, el periodista se entera de la novela que tenía intención de escribir Rafael Sánchez Mazas, el falangista no fusilado ni delatado, basada en su peripecia vital y decide escribirla él, el periodista, cosa que hace y que resulta ser la segunda parte de Soldados de Salamina, la novela real de Javier Cercas. En la tercera y última parte, gracias a unos encuentros casi fortuitos, llegamos a la respuesta a la "Gran pregunta dramática", que no desvelaré.
El autor necesitaba escribir la novela que supo que quería escribir el protagonista, Rafael Sánchez Mazas. Como este está muerto, Javier Cercas se inventa un periodista, él mismo, que escribe la novela que habría escrito el protagonista. Pero sabe que solo esto no es suficiente para que se soporte su relato y, por ello necesita redondear la obra con la "Gran pregunta dramática", y así crear la intriga necesaria para mantener el interés del lector; sin este último aspecto la novela se habría vuelto algo pesada ya que durante unas cuantas páginas de la segunda parte, la novela dentro de la novela, redunda en lo leído en la primera parte. Por eso, la tercera y última sección, es la que relanza la obra y la convierte, de verdad, en una auténtica y genial novela. Y todo ello, gracias a la estructura creada y no tanto por la historia, los personajes o la calidad de la prosa. De ahí mi admiración por la utilización de dicha estructura en esta novela.
Para terminar, una muestra de las frases que me han parecido más interesantes:
- Por lo demás, los tres eran tan diversos que lo único que a mis ojos los unía era su condición de supervivientes, ese suplemento engañoso de prestigio que a menudo otorgan los protagonistas del presente, que es siempre consuetudinario, anodino y sin gloria, a los protagonistas del pasado, que, porque sólo lo conocemos a través del filtro de la memoria, es siempre excepcional, tumultuoso y heroico...
- ... ya llevaba caminando el rato suficiente como para que una vocecilla empezara a inyectarle al oído el veneno de la desconfianza cuando desembocó en un claro en el que se erguía el Mas de la Casa Nova.
- No obstante, desde que al día siguiente de abandonar Can Pigem empezó a frecuentar en Barcelona el despacho de Dionisio Ridruejo, jefe de Prensa y Propaganda de los sublevados, donde de forma asidua se reunían viejos y nuevos camaradas de la Falange intelectual, Sánchez Mazas pudo captar, por encima o por debajo de la atmósfera triunfalista de fraternidad superficial, los recelos y suspicacias que entre los vencedores habían causado la astucia de Franco y tres años de conciliábulos conspirativos en la retaguardia. Pudo captarlo, pero no lo captó o no quiso captarlo.
- Sánchez Mazas era un hombre vanidoso, pero no tonto, así que su vanidad no superaba a su orgullo: consciente de que su elección como académico obedecía a motivos políticos y no literarios, nunca llegó a leer su discurso de ingreso en la institución.
- Es probable que para entonces ya no creyera en nada. También lo es que, en su fuero interno, nunca en su vida haya creído en nada; y, menos que nada, en aquello que defendía o predicaba.
- ... los libros siempre acaban cobrando vida propia, y porque uno no escribe acerca de lo que quiere, sino de lo que puede; también suponía que, aunque todo lo que con el tiempo había averiguado sobre Sánchez Mazas iba a constituir el núcleo de mi libro, lo que me permitía sentirme seguro, llegaría un momento en que tendría que prescindir de esas andaderas, porque —si es que lo que escribe va a tener verdadero interés— un escritor no escribe nunca acerca de lo que conoce, sino precisamente de lo que ignora.
- Miré su perfil rocoso, el pelo ralo y gris, la barba creciendo como un minúsculo bosque de matojos blancuzcos en torno al violento cortafuegos de la cicatriz, la nariz roma, la barbilla y el mentón obstinados, la prominencia otoñal de la barriga forzando los botones de la camisa, las manos poderosas y consteladas de manchas, apoyadas en un bastón blanco.
Hola, Javi:
ResponderEliminarLeí «Soldados de Salamina» más o menos por lo mismo que tú: Lo encontré por una pocas monedas en un mesón de usados y recordé que Vargas LLosa lo había recomendado. Lo que me impactó el aspecto metaliterario, es decir, la historia de cómo escribió ese libro. Aparte de ello, me hizo pensar mucho que un soldado enemigo le perdonara la vida a Sánchez Mazas. Las guerras siempre son ajenas, ¿no?
Un abrazo.
Gracias por comentar, Néstor.
EliminarEn cuanto a las guerras, sospecho que dices sin decir lo que en el fondo yo mismo pienso, que las guerras, cualquiera de ellas, no nos son nada ajenas. Nos las hacemos ajenas nosotros para soportar la existencia, a pesar de la injusticia y el sufrimiento que provocan.
Un abrazo.
👌
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