Nada más empezar, te impresiona que el libro se dirija a ti. Es muy poco frecuente en una novela (algo más en los cuentos) un narrador en segunda persona que parece que te hablara, precisamente a ti: «Lees este anuncio: una oferta de esa naturaleza no se hace todos los días. Lees y relees el aviso. Parece dirigido a ti, a nadie más. Distraído, dejas que la ceniza del cigarro caiga dentro de la taza de té que has estado bebiendo en este cafetín sucio y barato. Tú releerás.»