Partido a cuento de una novela: «Cielos de barro», de Dulce Chacón



Una novela extraña. Con aspectos que me han gustado mucho y otros que no me han gustado tanto. Empiezo por lo más positivo, al menos para mí.

  1. Estructura original. Dos narradores: uno en primera persona y otro en tercera, este último omnisciente, alternándose en los capítulos. El narrador omnisciente lo etiqueto de convencional, pero el que narra en primera persona lo hace exclusivamente mediante diálogos en los que faltan las intervenciones del interlocutor, siempre el mismo. Es curioso cómo puede seguirse la acción aún faltando el texto de uno de los personajes.
  2. La caracterización del personaje-narrador. La autora utiliza un registro rústico, muy identificable por la utilización de localismos y vulgarismos para resaltar su analfabetismo y contrastarlo con su sabiduría.

Y ahora lo menos bueno:
  1. Trama algo confusa. Me he perdido algunas veces mientras leía. En ocasiones creía que la historia se desarrollaba en un pasado reciente y, sin embargo, se trataba de un pasado lejano. En otros momentos, me sorprendía con situaciones inconsistentes respecto de la sucesión de escenas previas, posteriormente aclaradas. Puede que no se trate más que de un problema de percepción exclusivamente mío, acostumbrado, quizás, a novelas más «sencillas», menos originales que esta en cuanto a la trama.
  2. Excesivo número de personajes. Al «entramado» que me confundía se añadía la profusión de personajes (47), algunos de ellos con el mismo nombre, situación que me obligó a montar un diagrama de relaciones, al menos entre los personajes principales.
  3. Ausencia de «gancho» que provoque interés en el lector por continuar con la lectura; yo al menos, no lo he encontrado.
  4. Abuso de contrastes. La confrontación entre la situación sociológica de la posguerra civil española y la sociedad actual, en especial en el caso de las mujeres, provoca emociones en el lector más allá de lo estrictamente literario, argucia de la que es fácil abusar.
  5. Tema indefinido. En la novela está presente la injusticia, la venganza, el apetito sexual, el machismo, la avaricia, el abuso de poder; en fin la típica lista de temas que se dan en las novelas históricas; sin embargo, no consigo encontrar el que podría ser el tema principal de la novela.

Si este artículo fuera un partido de fútbol ganaría el equipo de los malos por cinco goles contra dos; pero no es un partido, es una novela. Los cinco aspectos menos brillantes, en mi opinión, no tienen por qué pesar más. Que cada uno valore y compare como estime oportuno.

Para terminar, como siempre, algunas de los fragmentos que he anotado:

  • Clavaba los ojos en las palabras, con un ansia, como si en cada letra quisiera mandarle un mundo a su hijo.
  • Con ese abrigo tan oscuro parecía una sombra doblada.
  • Sus pezones escondidos surgieron bajo la tela de su camisón cuando él los rozó al reconocerla, menudos, erectos, peligrosos como un volcán.
  • Ninguno de los dos hubiera reconocido entonces que aquellas eran miradas fugitivas que gozaban al huir.
  • Hablar es otra cosa, nos van saliendo los pensamientos conforme los vamos pensando. Son las palabras aprendidas las que le ahogan a uno antes de llegarle a la boca. Y se nos olvidan si las pensamos.
  • Después de regar cada planta, agachándose con dificultad, se sujetaba los riñones y se erguía con una torpeza recién adquirida, antes de volver al grifo y echar apenas un poco de agua en la regadera de zinc, porque ya no podía con su peso si la llenaba entera.
  • Se le reía el alma.
  • Todo el mundo se pierde alguna vez, pero sólo se encuentra cuando sabe que se ha perdido.
  • Mire usted, yo he aprendido lo mío en toda una vida que se me hace ya larga. Y sólo cuento los días que me faltan para que no me sirva de nada lo que sé, ni lo que no sé.

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