Sin prisas para leer "El dios de las pequeñas cosas", novela de Arundhati Roy

He tardado dos meses en terminar esta novela. Hace años que no tardo tanto tiempo en leer un libro. Podría haber abandonado su lectura, pero algo en él me empujaba a no hacerlo: ¿la confianza en los amigos que me lo habían recomendado?, ¿la obstinación por encontrar una perla oculta?

Creo que no lo he abandonado porque a partir de un momento decidí que me apetecía leerlo sin prisas, sin buscar, solo por el placer de pasar el rato. En ese paseo he descubierto una prosa muy rica en metáforas, en tal cantidad, y algunas tan artificiosas para mi gusto, que rozan el género fantástico, del que no soy muy seguidor. A partir de un momento, uno parece hipnotizado y cree estar leyendo poesía en lugar de narrativa; como si la novela buscara más el interés del lector por el cómo que por el qué se narra.

La historia, que parece ser que algo autobiográfica, cuenta la vida de tres generaciones de una familia de una aldea de la India. Para hacerlo, indaga en los pensamientos y en las acciones de los miembros más relevantes de la misma y en especial de dos hermanos gemelos desde que estaban en el vientre materno. Hay una continuo ir y venir en el tiempo, en un intento, en mi opinión, por aumentar la calidad literaria del texto, ya muy alta por la mencionada poeticidad.

En conclusión diría que esta novela puede agradar a personas que hayan disfrutado con obras como Cien años de soledad, de García Márquez o En busca del tiempo perdido, de Proust, pero no tanto a lectores aficionados a novelas escritas con un componente menos poético y, sobre todo, que gusten de argumentos relativamente lineales, como yo mismo.

Como siempre, ahí van algunos fragmentos que me han gustado especialmente:
  • "Como unos signos de interrogación que se deslizasen por las páginas de un libro sin encontrar nunca en qué frase colocarse."
  • "Estaba tan muerta y tan aplastada, que parecía más una mancha con forma de rana en el asfalto que una rana de verdad."
  • "Rahel se puso las gafas de sol. El mundo se tiñó de un color furioso."
  • "Era de esos hombres de los que cuesta imaginar que alguna vez fueron niños. O bebés. Parecía como si hubiera nacido siendo ya un hombre de mediana edad. Con entradas en la frente."
  • "Parecía un feto embotellado que se hubiera escapado de su frasco de formaldehído de algún laboratorio de biología y hubiera ido desarrugándose y engordando con el paso de los años."
  • "El cielo estaba relleno de señales de televisión. Con unas gafas especiales, sería posible verlas surcar el cielo entre los murciélagos y los pájaros que volvían a los árboles a pasar la noche: rubias, guerras, hambrunas, fútbol, concursos gastronómicos, golpes de estado, peinados tiesos de tanta laca y músculos pectorales de diseño."
  • "El aire estaba pesado de tanta humedad; era tan húmedo, que un pez hubiera podido nadar en él."
  • "Llena de gruesas arrugas, como un rinoceronte metido en un delantal con volantes."
  • "Allí habían descubierto solos las incoherentes delicias de tirarse pedos debajo del agua."

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