De "Viaje con Clara por Alemania", novela de Fernando Aramburu

Don Quijote y Sancho recorren Alemania en coche, reencarnados en Clara y su marido, respectivamente, este último convertido en el protagonista. Así es como veo esta versión contemporánea del clásico.


Descubrimos al narrador, alguien aparentemente secundario, mero cónyuge de la "señora escritora", Clara, quien tiene el encargo de escribir un libro de viajes. Ella/Don Quijote muestra cierta pose en su búsqueda de temas que incluir en el libro, como si en el fondo no le gustara lo que hace; Su marido/Sancho, el acompañante, no busca, encuentra. Disfruta con lo que él llama los "momentos blam", momentos sencillos, casi infantiles, en los que sin que él haga nada se acumulan un pequeño pero selecto grupo de sensaciones placenteras que culminan en esos pocos y sublimes segundos de goce, por los que, probablemente, merezca la pena el resto de sacrificios o rutinas de su vida.

Parece una novela que el autor, Fernando Aramburu, ha debido de disfrutar escribiéndola, agrado que le transmite al lector ya que la novela se lee con gusto (aunque a veces se hace un poco larga, otro aspecto que compara bien con Don Quijote). Hay que leerla como vive la vida el narrador, dejándote llevar, sonreír, o incluso reír, cuando las escenas lo merecen, que son muchas, y continuar página a página hasta llegar al final. No observo grandes despliegues de técnica narrativa. La historia sigue un curso convencional, casi sin metáforas (salvo que no las haya visto, cosa muy posible),  sin "flash-backs" y sin cambios continuos del punto de vista narrador: siempre es el mismo, hablando en pasado, lo que hace desaparecer parte de la intriga. Si acaso, noto el leve perfume de Marcel Proust y su, tan querido para mí, "En busca del tiempo perdido".

Y no, no he leído "Viaje con Clara con Alemania" tras leer "Patria" y pensar que «tengo que leer más de este autor tan bueno». No, no he leído Patria; tranquilos, ya la leeré, pero será cuando me apetezca, como hace Sancho, digo, el marido de Clara.

Aquí unas frases que he anotado:
  • Escribir es una forma de desnudarse. Lo que pasa es que, puestos a despojarse de envoltorios, muchos escritores no saben dónde acaba la ropa y empieza la piel. Entonces se lo quitan todo: la ropa, la piel, la carne. Exhiben sin ningún tipo de pudor sus órganos viscosos, sus huesos y sus nervios, y más no porque no hay.
  • Para evitar que nada de ello se derramase fuera de la cazuela de sus pensamientos y me salpicara, me abstuve de preguntar qué le ocurría.
  • El siguiente bombón se llamaba «Venezuela con haba tonca». Fue uno de los primeros que elegí en la tienda de chocolate, cautivado por el nombre. Era de un tono claro, partido por tres bandas oscuras sobre una costra gruesa que aún se conservaba intacta a pesar de la tarde de bochorno. La roí con lentas, con calculadas dentelladas, para entrarle poco a poco en el gusto. Contenía una porción de chocolate negro, cremoso, de un dulzor elegante, nada agresivo, que la lengua húmeda podía desleír con leves roces, más de caricia que de ávida y vulgar chupada. Era un bombón de gran finura, sedoso en su empaque, casi un silencio de bombón, un bombón femenino, una miniatura de mujer hecha bombón en la boca, que entregó sus tules exquisitos y luego su cuerpo joven sin proferir un solo grito disonante, sin remilgos ni protestas, dejando en su retirada una estela vagarosa de perfume.
  • Como el barco se hallase repleto de gente, hubimos de compartir la mesa con un señor y una señora que yo creo que eran matrimonio, pues a pesar de haber llegado juntos no se dirigieron la palabra en ningún momento.
  • Pasados los treinta, encender hogueras revolucionarias es puro conservadurismo. Es una pobre y ridícula pretensión de persistir en afanes juveniles cuando ya se anuncian la alopecia, la pérdida de las muelas, el mal hemorroidal y otros achaques que determinarán el rumbo cotidiano de nuestra vida en adelante.
  • Para expresarlo con otras palabras, no es el suyo un olor que haga superfluo ni necesario el uso del perfume. Yo lo tengo por una emanación agridulce, templada, suavemente carnal (y podría estarme un año entero hurgando en un baúl de adjetivos sin dar con uno exacto). Este envoltorio invisible de su cuerpo dista lo mismo de la fragancia que del hedor, sin caer enteramente bajo el dominio de ninguno de ambos extremos.
  • Durante apenas un tercio de segundo me noté deliciosa y brutalmente devuelto a la infancia. Un ramalazo de euforia atravesó cada uno de mis órganos.
  • Me enfada enfadarme. Nada me enfada tanto como estar enfadado. Si me enfado, entonces me tengo que desenfadar dos veces y eso también me enfada.
  • Tengo para mí que Clara no se percató del riesgo que corren las personas felices de volverse superficiales.
  • Yo expresé mi admiración mediante adjetivos halagadores de una insinceridad impecable, e incluso lo sostuve unos instantes en la mano para poder contarles algún día a los amigos, no sin orgullo, que en cierta ocasión yo había tocado un sobre de sopa instantánea de tomate.
  • Más que respirar parecía que estuviera comiendo aire a bocados.
  • No me tengo por gran cosa. No me tengo en realidad por nada. Todo lo que sé de mí es que viviré un número determinado de días, durante los cuales procuraré jugar mis bazas lo mejor posible en la partida de la vida, y luego adiós muy buenas.
  • No habría cambiado mi felicidad gustativa por toda la literatura de Thomas y Heinrich Mann, aunque me la hubieran servido con nata encima de una bandeja.
  • Y estábamos entretenidos con este juego y bebiendo nuestros cafés mélange , de paso que compartíamos una copa de helado, cuando ocuparon la mesa vecina un hombre y una mujer de entre cincuenta y bastantes y sesenta y pocos años, el hombre tostado de solario, la mujer con la cara asfaltada de maquillaje, los labios inflados en algún taller de cirugía; la calandra, obra de ortodoncista, y rímel abundante alrededor de los faros. En otras palabras, tenía la señora un automóvil por semblante. solo le faltaba contaminar y, en efecto, no tardó ni medio minuto en encender un cigarrillo.

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